18 de mayo de 2023
Beato Tito Brandsma
Muy estimados Amigos,
«El padre Tito Brandsma es una figura casi de nuestra época, que destaca por su elevada estatura moral —decía el Papa Juan Pablo II—, un sacerdote íntegro, profesor de universidad, asesor eclesiástico para la prensa católica, escritor y periodista. Una vida transcurrida por Cristo, hasta la inmolación heroica por la defensa de la verdad y de la fe católica contra las agresiones del totalitarismo, durante el período sombrío de la invasión nazi de Holanda… Con un coraje intrépido, igual que la serenidad nítida del alma, el padre Tito afrontó su tribulación, pasando de una prisión a otra en medio de las atrocidades infligidas a los detenidos, y sellando su testimonio de Cristo con el sacrificio supremo en el campo de concentración de Dachau» (Homilía de beatificación, 3 de noviembre de 1985).
Tito Brandsma (padre) y su esposa, Tjitje Postma, son granjeros en la Frisia neerlandesa (norte de los Países Bajos). Tienen ya cuatro hijas cuando, el 23 de febrero de 1881, nace un primer chico que, al día siguiente, recibe el Bautismo con el nombre de Anno. Después vendrá otro hermanito que será el último de la familia. En esa región de fuerte mayoría protestante, ellos son católicos fervientes, asisten diariamente a Misa y rezan cada tarde en familia. Su padre es miembro del consejo parroquial y del consejo municipal, así como chantre en la Misa dominical. En la familia florecerán cinco vocaciones (tres de las hijas y los dos varones).
Una librea real
Anno nace frágil y así permanecerá toda su vida, pero su inteligencia y sensibilidad son agudas. Como alumno en los franciscanos, y contando con una memoria prodigiosa, pronto será el primero de la clase. Sin embargo, padece con frecuencia dolores de estómago, lo que no le impide patinar cuanto el río Mosa se hiela. Se siente atraído muy pronto por la vida religiosa. Una especial devoción por María y el espíritu de oración le orientan al Carmelo, entrando en su convento de Boxmeer. Allí la disciplina es rigurosa; las celdas del noviciado se calientan únicamente mediante una estufa en el pasillo. Pero él escribe a sus padres: «El espíritu del Carmelo me ha conquistado». El 22 de septiembre de 1898 recibe el hábito religioso, con el nombre de fray Tito. El escapulario de la Virgen del Carmen se le presenta como el uniforme de la guardia de honor de María: «Ni talismán, ni amuleto, sino un símbolo de honor y una librea real». Profesa sus primeros votos el 3 de octubre de 1899. Sin embargo, su salud le dispensa de algunos oficios, sobre todo el de la noche. Antes incluso de cumplir los veinte años redacta una antología de las obras de santa Teresa de Jesús de trescientas páginas, cuya publicación será considerada de utilidad por sus superiores.
En 1901 el padre Hubert Driessen, carmelita doctor en filosofía, llega de Roma para dar un nuevo impulso a los estudios en la provincia flamenca. Fray Tito se implica ayudando a los estudiantes que tienen dificultades para entender al maestro, pero al cabo de tres meses, aquejado de graves dolencias gástricas, debe permanecer un tiempo en cama. Pronto el padre Driessen, nombrado Procurador general, debe regresar a Roma. Después de su profesión perpetua fray Tito se dirige al convento de Oss para estudiar teología. Tras ser ordenado sacerdote el 17 de junio de 1905, parte a Roma para proseguir sus estudios, donde obtiene el doctorado en filosofía en 1909. Es nombrado entonces profesor de filosofía y de teología en el convento de Oss. El padre Hubert Driessen, convertido en provincial para los Países Bajos, le confía la dirección de los estudios para los carmelitas neerlandeses. Con su voz grave y algo monótona, el padre Tito consigue convencer a los estudiantes de que filosofía y teología no son ciencias puramente especulativas, sino que permiten conocer mejor a Dios y son alimento para la vida espiritual.
En 1916 emprende la traducción neerlandesa de las obras de santa Teresa de Jesús. Siendo miembro y secretario de la Unión Católica de Frisia, traduce al frisón (una lengua germánica) la Imitación de Cristo, y será uno de los artífices de la instauración de una cátedra de frisón en la Universidad Católica de Nimega. En su vida diaria ayuda en todo lo posible, aconsejando a quienes le consultan, corrigiendo artículos que van a ser publicados o buscando casa para las personas sin hogar. Después de la Primera Guerra Mundial instaura semanas misioneras para financiar las obras de los carmelitas en Brasil. Durante el verano de 1921 predica misiones en Holanda. Pero la fatiga y unas hemorragias intestinales lo agotan y debe permanecer en cama. No obstante, su coraje y su voluntad de curarse le permiten retomar sus tareas a partir del mes de octubre.
El padre Tito se postula generosamente para partir con la misión carmelita a Java, entonces colonia neerlandesa, pero sus superiores consideran que su presencia es más útil en la provincia flamenca, sobre todo después de su nombramiento en 1923 como profesor en la nueva Universidad Católica de Nimega. Allí todo está por organizar: desde la construcción de un nuevo convento carmelita en las proximidades —del que será nombrado prior— hasta la acogida a los estudiantes. Organiza congresos anuales para dar a conocer la universidad y la cultura católica flamenca, incluso en el extranjero. Con el impulso que acompaña la instauración, por parte del Papa Pío XI, en 1925, de la festividad de Cristo Rey, él contribuye a la erección en Oss de una estatua gigante de Cristo Rey.
Con la mirada y los oídos cautivados
En 1926 participa en el movimiento del Apostolado de la Reunificación, con miras a la unión a la Iglesia romana de las Iglesias separadas orientales, y consigue que se funde una cátedra de teología oriental en Nimega. Manifiesta también su simpatía por los Armenios perseguidos, y extiende su caridad a todos los cristianos no católicos. Sus responsabilidades en la universidad van parejas con la preocupación por la enseñanza secundaria y la creación de institutos. Realiza varias visitas al Ministerio de Instrucción para obtener subvenciones del Estado en favor de esos centros. Tras ser elegido rector de la Universidad de Nimega en 1932, cargo que dura tres años, da muestras de ser un administrador excelente, capaz de gestionar situaciones muy delicadas. Al día siguiente de dejar sus funciones, en 1935, regresa apaciblemente a sus clases y apostolados. Se dedica también al ministerio del sacramento de la Penitencia. Pronto es invitado a los Estados Unidos para una gira de conferencias, donde manifiesta su interés por las minorías y por la prensa católica. Durante ese viaje se hospeda en el monasterio de las cataratas del Niágara: la belleza y la inmensidad de la naturaleza lo sumergen en el misterio del Dios Creador haciendo que perciba su Amor, mientras su mirada y sus oídos quedan cautivados por el esplendor de las cataratas del Niágara.
En medio de tantas preocupaciones, el padre Tito conserva una vida interior intensa. Procura que todos sus actos sean una oración y una alabanza: «La oración —dice— es vida, y no un oasis en un desierto».
El Papa Benedicto XVI explicitará el mismo pensamiento: «La verdadera oración consiste precisamente en unir nuestra voluntad a la de Dios. Por tanto, para un cristiano orar no equivale a evadirse de la realidad y de las responsabilidades que implica, sino asumirlas a fondo, confiando en el amor fiel e inagotable del Señor […]. Queridos hermanos y hermanas, la oración no es algo accesorio, algo opcional; es cuestión de vida o muerte. En efecto, sólo quien ora, es decir, quien se pone en manos de Dios con amor filial, puede entrar en la vida eterna, que es Dios mismo» (4 de marzo de 2007).
El padre Tito escribe: «Si todo humano quisiera vivir en presencia de Dios, y si todos viviéramos en total dependencia hacia esa presencia, la luz del Señor sería tan viva en nosotros que solo podríamos actuar conforme a sus leyes. Los hombres deben reencontrar a Dios y vivir en la luz: eso es lo que se denomina mística. El espíritu místico no se opone a la naturaleza, sino al contrario: ¿acaso no es vocación humana ver a Dios?». Habiendo estudiado mucho a los místicos, sobre todo a los de su Orden y a los de su país, se hace apóstol de la teología espiritual, ligándose más a la enseñanza de los santos que a los fenómenos extraordinarios. Con ocasión de la beatificación de santa Teresita de Lisieux, en 1923, escribió: «Generalmente esperamos algo especial de un santo, algo que se salga de lo normal… Aquí, sin embargo, vemos la santidad de manera tan prosaica y normal como, desde fuera, no se ve la santidad. Pero la verdadera santidad es precisamente eso». Su gran preocupación es la pobreza: «Sin la pobreza el religioso no es más que un fariseo. Aquí en los Países Bajos, más que en otras partes, estamos demasiado atados a toda suerte de cosas, y nos servimos del confort». Sin embargo, para trabajar bien, él se asegura una calefacción conveniente y los libros que le son necesarios. Su vida espiritual, asimismo, lo hace estar muy atento a los demás; sabe cómo ofrecer a un huésped un cigarro o una taza de café, renunciando él mismo a ello.
Una voz enérgica
En 1933 Adolf Hitler accede al poder en Alemania. Consigue una recuperación económica extraordinaria, pero instaura una dictadura basada en una ideología extremadamente nociva marcada por el racismo. El padre Tito es uno de los primeros en denunciarla. Desde 1934, en una carta pastoral, los obispos de Holanda prohíben a los católicos hacer propaganda del nazismo. En 1935 aparece en Ámsterdam un opúsculo titulado “Voz holandesa sobre el trato a los judíos en Alemania”. Entre esas voces está, enérgica, la del profesor Brandsma. Ese posicionamiento del padre Tito no pasa desapercibido en Alemania, de forma que un periódico de Berlín publica un artículo insultándolo, titulado “Ese inicuo profesor”; como consecuencia de ese artículo, una campaña de difamación empieza a circular en Nimega, acusándolo de ser favorable al comunismo. En 1937 Pío XI condena, con pocos días de intervalo, el nazismo (Encíclica Mit Brennender Sorge) y el comunismo (Encíclica Divini Redemptoris). El Papa discierne en el nazismo un neopaganismo que provoca una apostasía y un rechazo de la única Iglesia de Cristo.
En sus clases de filosofía, el padre Tito no duda en mostrar toda la perversión de la ideología nazi, surgida de la filosofía de Nietzsche y centrada en la voluntad de poder. En su libro titulado Itinerario espiritual del Carmelo, escribe: «Aunque el neopaganismo pueda repudiar el amor, la historia nos enseña que, a pesar de todo, resultaremos vencedores de ese neopaganismo mediante el amor. No abandonaremos el amor. El amor recuperará para nosotros el corazón de esos paganos. La naturaleza es más fuerte que la filosofía. Aunque una filosofía rechace y condene el amor y lo llame debilidad, el testimonio vivo del amor renovará siempre su poder para conquistar y cautivar el corazón de los hombres». Pío XI afirma: «El primero y más obvio don amoroso del sacerdote al mundo es servirle la verdad, la verdad toda entera; desenmascarar y refutar el error, cualquiera que sea su forma o su disfraz (Mit Brennender Sorge, núm. 44).
Frente a la persecución
En mayo de 1940 las tropas alemanas invaden los Países Bajos, a pesar de ser neutrales en el conflicto europeo. Un año después se priva a los religiosos y a los sacerdotes del derecho a dirigir las escuelas. El arzobispo de Utrecht pide entonces al padre Brandsma, como presidente de la Unión de las Escuelas Católicas, que intervenga a favor de la libertad de enseñanza ante el ministerio. Este obtiene algunas promesas que no se cumplirán. En agosto de 1941 se obliga a las escuelas católicas a expulsar a los alumnos judíos. Tito declara: «La Iglesia no hace ninguna discriminación de raza ni de pueblo. No podemos dejar de admitir a esos niños en nuestras escuelas». La prensa católica también es un tema de conflicto con el ocupante. Tito, que había sido nombrado en 1935 consejero eclesiástico de los periodistas católicos, declara que debe respetarse la libertad de conciencia. El 18 de diciembre el ministerio de propaganda informa a la prensa holandesa que tiene prohibido negarse a insertar artículos procedentes del movimiento nacional-socialista. El 31 de diciembre Tito escribe una carta a los periodistas católicos para incitarlos a pasarlo por alto: los periódicos que aceptaran inserir esos artículos perderían su carácter católico. En una entrevista, el arzobispo aconseja prudencia al padre Tito: «Le detendrán más fácilmente que a mí. —Lo sé —responde el carmelita—, pero yo puedo actuar más fácilmente que usted».
En enero de 1942, a petición del arzobispo, el padre viaja a través del país para reunirse con los obispos y los directores de periódicos católicos, y así convencerlos de aplicar las directrices de su carta del mes anterior. El 15 de enero las autoridades alemanas imponen a todos los periódicos la publicación de dos comunicados en los dos días siguientes. El día 16 el arzobispo amenaza con sanciones a quienes apoyen el movimiento nazi. Atenta a su oposición hábil y tenaz, la Gestapo sigue de cerca al padre Tito, ese «religioso insignificante, insignificante pero peligroso». El 19 de enero se presentan dos visitantes en el convento: son agentes de la Gestapo que vienen para arrestarlo. El padre, que regresa de impartir una clase pero que preveía su arresto, se presenta a ellos: «¡Aquí estoy!». Le informan que deben conducirlo al tren de las 18.30 h para Arnhem, y empiezan un registro minucioso de su habitación, donde no hallan nada comprometedor. Cuando falta poco para la hora del tren, el padre les interpela: «¡Señores, es la hora! Los trenes holandeses no acostumbran a llegar con retraso, ni siquiera para esperar a los policías alemanes». En la escalera coinciden con el director del periódico católico de Nimega, que ha venido para consultar al padre: «Lo siento, pero no puedo recibirle; estos señores han venido para arrestarme… Dejemos la entrevista para más tarde». Al salir del edificio, la comunidad está presente, y el padre pide permiso al prior para salir…
Un elemento peligroso
El 20 de enero es trasladado a la sección política de la prisión de Scheveningen, en los Países Bajos, y sufre su primer interrogatorio. Algunos obispos le habían aconsejado que les culpara de todo a ellos, pero él se había negado. El padre Tito expone al oficial Hardegen de qué modo la fe da a los hijos de la Iglesia la fuerza para soportar todos los sacrificios. El oficial concluye que el arzobispo y el padre Tito son los principales artífices de la resistencia a las consignas del partido. Al día siguiente la orden carmelita entrega a sus interrogadores un informe escrito sobre la incapacidad del partido nazi neerlandés de influir en profundidad en la sociedad neerlandesa, profundamente imbuida de cultura cristiana. En la conclusión de sus interrogatorios, el oficial da muestras de su admiración por la determinación del padre, pero considera que hay que mantenerlo en prisión, hasta que así lo decidan las autoridades superiores, como elemento peligroso para la política del Reich. El padre Tito permanece cincuenta días en Scheveningen. Transforma su celda de prisionero en celda de religioso: por la mañana reza las plegarias de la Misa y toma la Comunión espiritual; luego es el turno de la oración y de las Horas del Breviario. Durante su arresto redacta siete capítulos de una biografía de santa Teresa de Jesús que había emprendido, y que un compañero fraile terminará después de su muerte. Dirigiéndose al Señor, le dice: «Cuando te miro, ¡oh Jesús!, comprendo que me amas como a tu amigo más querido». Y también: «Tú, ¡oh Jesús!, mantente cerca de mí, nunca he estado tan cerca de ti. Permanece conmigo. Permanece conmigo, dulce Jesús mío. Tu cercanía hace que todo se vuelva bueno». Más tarde confesará: «Muy pocas veces me sentí tan feliz».
El 12 de marzo es trasladado al campo de Amersfoort, lugar de trabajos forzados, lo que supone cerca de diez horas de trabajo al día cavando la tierra helada para preparar un campo de tiro. Sin embargo, escribe a sus hermanos frailes: «Tengo la posibilidad de estar al aire libre y de hablar con conocidos. Todo me va bien; no os preocupéis». Como están muy mal alimentados, los prisioneros adelgazan rápidamente. El padre padece mareos y vértigos; después, aquejado de disentería, debe permanecer en la enfermería. No obstante, encuentra fuerzas para levantar la moral de los demás: lo llaman el “tío Tito”, y todos buscan su compañía. Aprovechando cierta tolerancia de los guardianes, el Viernes Santo da una conferencia ante un centenar de prisioneros sobre el sentido del sufrimiento: «Jesús es nuestro ejemplo; es nuestra fuerza; su vida y su Pasión son el primer objetivo de nuestra contemplación».
«En medio del sufrimiento —destaca san Juan Pablo II— el padre Tito sabía que estaba profundamente unido a Cristo. Eso le dio una calma cristiana incluso hacia sus verdugos, y le dio fuerzas para responder con amor al odio que sufría. Su solidaridad con los compañeros detenidos y la fe que vivió —que le movió incluso a rezar por sus verdugos— transmitieron luz y esperanza a todos los que compartían con él la crueldad y la inhumanidad del campo» (4 de noviembre de 1985).
«¡No podemos tolerarlo!»
El 28 de abril, de regreso a Scheveningen, sufre de nuevo un largo interrogatorio por parte de Hardegen, quien constata que la prueba de los trabajos forzados no ha socavado su determinación. El oficial pronunciará la sentencia siguiente: Tito «no es antialemán pero se opone al nazismo, y eso no podemos tolerarlo». El padre comparte celda con dos jóvenes prisioneros protestantes. A lo largo de sus largas conversaciones les habla de su vocación. Juntos meditan sobre la Biblia, y rezan incluso por sus guardianes. Uno de ellos, impresionado por la alegría resplandeciente de Tito, se confiesa con él: «Consideramos como algo maravilloso haber tenido como compañero de prisión al padre Brandsma —dirán ambos prisioneros—. Estamos convencidos de que era un hombre extraordinario y de que ahora se halla en el paraíso. Murió mártir por su fe». El sábado 16 de mayo trasladan al padre a Cléveris, en Alemania, a una prisión donde clasifican a los deportados. La vida es allí más soportable. Los prisioneros no están condenados a trabajar y disfrutan de cierta tranquilidad. Hay una capilla donde Tito puede asistir a Misa y comulgar el domingo y los días festivos. Su mayor sufrimiento es entonces el hambre. El 13 de junio le adscriben a un grupo de prisioneros que serán enviados al campo de concentración de Dachau. Cada día, durante las marchas forzadas, y después en el campo, los guardianes le golpean. De sus verdugos llegará a decir: «También ellos son hijos de Dios, y quizás algo haya quedado en ellos». A pesar de su estado de fatiga, le declaran apto para trabajar, así que cada día debe hacer dos horas de marcha y once horas de trabajos para acondicionar un parque. Sin embargo, el 12 de julio escribe a los suyos: «Estoy bien. Una vez más, y con la ayuda de Dios, me adapto». Pero sus fuerzas declinan y tiene dificultades para seguir el ritmo, lo que le supone nuevos golpes, a pesar de la protección de sus compañeros prisioneros. Pasa treinta y siete días en Dachau, donde comulga con regularidad, pues hay sacerdotes alemanes detenidos que celebran la Misa a escondidas. En cinco años, en efecto, 2.600 eclesiásticos pasarán por el campo, y 1.600 morirán allí. El 26 de julio de 1942 una enfermera acaba con el padre Tito inyectándole ácido fénico.
El 20 de julio los obispos católicos de Holanda habían publicado una carta para estigmatizar las persecuciones nazis contra los judíos. El 27 un decreto del Comisario del Reich para los Países Bajos ordena: «Todos los judíos católicos serán deportados a lo largo de esta semana». Como consecuencia de ello, Edith Stein es arrestada y deportada, junto a su hermana y miles de judíos, al campo de exterminio de Auschwitz, donde será ejecutada en una cámara de gas el 9 de agosto.
Con motivo de la beatificación del padre Tito, san Juan Pablo II afirmaba: «El beato Tito Brandsma decía: “Quien quiera ganarse el mundo para Cristo debe tener la valentía de entrar en conflicto con él”. Él mismo vivió de esa manera y nos dio ejemplo de ello. ¡También vosotros debéis tener la valentía de no doblegaros al mundo, por el amor de Cristo, de resistir a esas tentaciones engañosas y de seguir fielmente los únicos caminos de Dios!».
Ya el Papa Francisco lo canonizó el 15 de mayo de 2022.