30 de Mayo de 2022
Beato Eugenio Bossilkov
Muy estimados Amigos:
Un niño está jugando en la orilla del Danubio, en los confines de Bulgaria y de Rumanía. El río, de casi 3.000 km de largo, se acerca aquí a su desembocadura. De repente, el niño resbala y cae al agua. La turbulenta corriente lo arrastra y amenaza con engullirlo ; su madre, enloquecida, lo pierde de vista. Invocando a la Virgen con la energía de la desesperanza, le promete consagrarle a su hijo si lo salva. Enseguida, el niño emerge del agua y consigue alcanzar la orilla. Su madre lo abraza y no olvidará su promesa : Vicente será de Jesús, por María.
Vicente Bossilkov nace el 16 de noviembre de 1900 en Belene, al norte de Bulgaria. La población de ese país es en su gran mayoría de confesión greco-ortodoxa (cristianos orientales que no reconocen la autoridad del Pontífice romano). Sin embargo, la familia Bossilkov forma parte de la pequeña minoría católica, formada por campesinos del valle del Danubio evangelizados por misioneros venecianos a partir del siglo xvi. Los padres de Vicente, Luis y Beatriz, son agricultores. Vicente, muchacho valiente y trabajador que ha recibido la Confirmación en 1909, se sincera pronto con sus padres confesándoles su deseo de ser sacerdote ; su madre ve en ello una continuación de la entrega que hizo de su hijo a María. Dos años más tarde, lo acompaña al seminario menor de la diócesis de Nicópolis. Esa antiquísima diócesis había sido recuperada por el Papa Inocencio X en 1644, tras largos siglos de interrupción. Pero en 1688, los turcos la habían casi aniquilado al masacrar a quince de sus veinticinco sacerdotes, refugiándose los demás en Hungría. En 1782, unos religiosos pasionistas (Orden fundada por san Pablo de la Cruz, 1694-1775) regresan a los pueblos que habían seguido siendo católicos. Si bien son de rito latino, celebran la Misa según el rito oriental, más cercano a la población. La autoridad política los mira con recelo (el país depende todavía del Imperio otomano), por lo que ellos ejercen su apostolado con la mayor discreción. Los sacerdotes celebran la Misa en granjas, en bodegas excavadas a tal fin o en casas particulares, con frecuencia de noche. Ser católico significa tener que afrontar la hostilidad general. No obstante, en 1878, Bulgaria consigue la independencia y el “zar” Fernando instaura la tolerancia religiosa.
Cuando Vicente ingresa, a los once años, en el seminario menor de los pasionistas, en Nicópolis ya se habían sucedido diez obispos pasionistas ; más tarde entrará en el noviciado, donde tomará el nombre de Eugenio del Sagrado Corazón. Él conoce muy bien a los padres pasionistas, ya que se encargan desde hace tiempo del servicio parroquial de Belene. Vicente Bossilkov supera a sus compañeros por su vitalidad y por sus facultades intelectuales, pero también por su carácter gracioso. Su vocación se consolida poco a poco. El obispo de Nicópolis, monseñor Damián Thelen (1877-1946), instalado en Ruse, la ciudad más importante del norte de Bulgaria, muestra hacia él un especial afecto y predice gustoso que ese muchacho será algún día su sucesor. En 1914, los superiores de Vicente le envían a Bélgica y, luego, a Holanda, con el fin de ofrecerle mejores estudios. Durante diez años, el joven perderá de vista su país y a su familia, sacrificio que todos aceptarán con generosidad. En el convento pasionista de Courtrai, se siente edificado por un fraile enfermo de cáncer que vive santamente esa tribulación y que la Iglesia proclamará beato : fray Isidoro de Loor (1881-1916). Cuando Bélgica es ocupada por Alemania, fray Eugenio se refugia en el convento holandés de Mook, donde termina sus estudios clásicos y demuestra sus grandes dotes para las lenguas. Dos señoritas holandesas, Johanna y Lamberta Roelofs, deciden ayudarle : lo acogen en su casa durante las vacaciones y financian sus estudios. Fray Eugenio sentirá siempre un gran afecto hacia ellas.
Profesa sus votos religiosos el 29 de abril de 1920, prometiendo ese día « hacer del crucifijo el centro de su vida ». En 1923 empieza a estudiar teología y, al año siguiente, regresa a Bulgaria, a Ruse, donde es ordenado sacerdote en 1926. Sus superiores lo envían entonces a Roma, donde termina los estudios de teología ; de regreso a Bulgaria, prepara una tesis doctoral en teología que culminará en Roma en 1932 y cuyo tema es « la unión de Bulgaria con la Iglesia romana en la primera mitad del siglo xiii ». La cuestión de la unidad de los cristianos resulta primordial para él, sobrellevando a partir de entonces como una herida la división de los cristianos orientales. En esa época (1925-1935), el delegado apostólico de la Santa Sede en Bulgaria, monseñor Angelo Roncalli, futuro Papa Juan XXIII, trabaja promoviendo un diálogo entre ortodoxos y católicos. También Eugenio Bossilkov acoge con gran caridad a los ortodoxos que acuden a él, sin dejar de confesar claramente, no obstante, que la unidad no puede realizarse fuera de la comunión con el obispo de Roma. En 1938 contribuye a la conversión al catolicismo del superior de un monasterio ortodoxo.
Una llamada del Espíritu Santo
«Aquella unidad que Cristo concedió desde el principio a la Iglesia creemos que subsiste indefectible en la Iglesia católica y esperamos que crezca de día en día hasta la consumación de los tiempos. Cristo da permanentemente a su Iglesia el don de la unidad, pero la Iglesia debe orar y trabajar siempre para mantener, reforzar y perfeccionar la unidad que Cristo quiere para ella. Por eso Cristo mismo rogó en la hora de su Pasión, y no cesa de rogar al Padre por la unidad de sus discípulos : Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado (Jn 17, 21). El deseo de volver a encontrar la unidad de todos los cristianos es un don de Cristo y un llamamiento del Espíritu Santo » (CEC, núm. 820). Sin embargo, « Los que creen en Cristo y han recibido ritualmente el bautismo están en una cierta comunión, aunque no perfecta, con la Iglesia católica. Con las Iglesias ortodoxas, esta comunión es tan profunda que le falta muy poco para que alcance la plenitud que haría posible una celebración común de la Eucaristía del Señor » (CEC, núm. 838).
Deseoso de acción apostólica, el padre Bossilkov obtiene de su obispo la parroquia de Bardarski Gheran, en la llanura del Danubio. Allí culmina la edificación de la iglesia y construye un centro parroquial extenso y moderno, organiza diversas actividades religiosas, culturales y deportivas, y cumple las funciones de capellán de religiosas. Siente predilección por la pastoral de los jóvenes, aplicándose ante todo en catequizarlos. Sin embargo, en 1938 escribe : « La situación religiosa en Bulgaria no es una camino de rosas. La masonería intenta oprimir a los católicos. Los misioneros extranjeros ya no tienen derecho a predicar. Soy búlgaro y no pueden nada contra mí, pero me vigilan y me acusan de haberme occidentalizado. Pero yo no me he dejado impresionar ».
En 1941 Bulgaria es ocupada por Alemania. El padre Bossilkov consigue salvar a numerosos judíos amenazados de deportación por los nazis. A finales de 1944 los soviéticos entran vencedores en Bulgaria. Stalin instaura, en 1946, una “república popular”, es decir, una dictadura comunista. El 2 de julio, el padre Eugenio, vigilado entonces por las autoridades, escribe en una carta pastoral : « Cristo no prometió a los hombres el paraíso en la tierra ; quienes lo prometen —y que mandan hoy en Bulgaria— harán de la tierra un infierno. No puedo callarme y hablo, y por eso me han convocado dos veces a la policía. Pero hasta ahora la anguila se ha escabullido de entre sus manos ». El 6 de agosto del mismo año fallece monseñor Damián Thelen, obispo de Nicópolis ; una semana más tarde, la Santa Sede nombra a Eugenio Bossilkov administrador apostólico de la diócesis (es decir, substituto temporal). La situación es crítica : la juventud es pervertida por una educación atea e inmoral, y los sacerdotes son eliminados físicamente o desacreditados mediante campañas calumniosas. El administrador instaura enseguida una misión popular extraordinaria para recordar a los fieles los puntos fundamentales de la doctrina católica y fortalecerlos para que puedan resistir ante la propaganda atea. Los misioneros no temen debatir públicamente contra los “doctrinarios” del partido, y, gracias a su cultura, a la fuerza de sus argumentos y a su fe, tienen ventaja. Con frecuencia, los comunistas intentan salir del apuro mediante injurias y blasfemias ; a falta de algo mejor, se retiran gritando « ¡ Dolu Bog ! » (« ¡ Abajo Dios ! »).
La garantía de un futuro espléndido
El 26 de julio de 1947, el Papa Pío XII nombra a Eugenio Bossilkov obispo de Nicópolis, quien elige como lema “Justicia y caridad”. Ese nombramiento regocija incluso a los ortodoxos, pues monseñor Bossilkov es el primer obispo de Nicópolis de nacionalidad búlgara desde el siglo xvii. Su diócesis abarca la mitad norte de Bulgaria, con 25.000 fieles, 31 sacerdotes, 123 religiosas, 25 iglesias, tres colegios y un seminario. Inmediatamente emprende la visita a todos ellos. En todas las poblaciones católicas es acogido con entusiasmo y, a menudo, acompañado triunfalmente por los fieles, orgullosos de su obispo, prelado culto y políglota, y en quien se encarna su fe. Se dice de él que es el mejor orador de Bulgaria. Sin embargo, algunos sacerdotes, aterrados por su audacia apostólica, indican que no son candidatos al martirio. El obispo se esfuerza por darles ánimos : « Con la Virgen todo es posible ». En una carta pastoral de 1948, se enfrenta a la propaganda atea que intenta arruinar en el espíritu del pueblo las bases racionales de la fe católica (la apologética). Ese mismo año, el gobierno toma medidas encaminadas a destruir la Iglesia romana en Bulgaria : supresión de los días festivos y de las manifestaciones religiosas fuera de las iglesias y confiscación de los bienes eclesiásticos. Los colegios, a los que asisten seis mil jóvenes, son clausurados, así como los hospitales, los orfanatos y los dispensarios pertenecientes a la Iglesia. En 1949 se prohíbe por decreto a los sacerdotes extranjeros cualquier ministerio en Bulgaria. Al ser invitado a ratificar ese decreto, monseñor Bossilkov se niega a hacerlo. Sabe lo que le espera : « Las huellas de nuestra sangre vertida —dice— serán la garantía de un futuro espléndido para la Iglesia de Bulgaria. La semilla debe morir ».
El obispo está levantado desde las 4.30 h y reza hasta la 8 antes de empezar a trabajar. « La oración —afirma— es la lengua materna del alma. Son muchas las cosas que no somos capaces de hacer, pero siempre es posible rezar ». Y al hablar de los pequeños sacrificios dice : « Santifico mis jornadas tragando las galletas de toda clase que el Señor me da, sean dulces o amargas ; todo ello procede de una mano amorosa que hace que todo sea dulce y sabroso ». Formula de esta manera su resolución diaria : « Quiero ser siempre bueno, quiero aportar la alegría y procurar reconfortar a todos ». Para ello se apoya en primer lugar en la celebración diaria de la Santa Misa, en la cual se ofrece al Padre celestial en unión con su divino Hijo, Sacerdote y Víctima. Como todo religioso pasionista, monseñor Bossilkov siente una particular devoción por la Virgen de los Dolores. Tal es su rectitud como obispo que se atrae la estima y la admiración incluso de sus perseguidores. Un funcionario del Estado afirmará haber tenido delante a un hombre de una fe extraordinaria : « Jamás oí a nadie hablar contra Eugenio, incluso entre los mandos del comité (comunista) para los cultos ».
Libres en Cristo
En 1948, monseñor Bossilkov es autorizado a desplazarse a Roma para reunirse con el Papa Pío XII, con quien conversa largo tiempo. En sus desplazamientos, no obstante, es escoltado por cuatro policías búlgaros. A quienes le desaconsejan regresar a su diócesis les responde : « Soy el pastor de mi rebaño ; no puedo abandonarlo ». Después de haber rezado largo rato ante la imagen de la Virgen en la basílica de Santa María la Mayor, confiesa a un compañero pasionista : « He pedido la gracia del martirio ». En Occidente, el obispo goza de respirar la brisa de la libertad, pero añade : « Nosotros, en Bulgaria, somos libres en Cristo ». De regreso a Ruse, afirma : « No tenemos miedo ; en cuanto a mí se refiere, me preparo para lo peor sin dudarlo ». Y, retomando un versículo de Isaías, añade : Por amor a Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré (Is 62, 1).
La estrategia religiosa de Stalin en Europa oriental consiste en fundar Iglesias nacionales separadas de Roma y dirigidas por prelados sometidos al régimen comunista. Influyentes personalidades del gobierno prometen a monseñor Bossilkov numerosos privilegios si acepta convertirse en el jefe de una “Iglesia nacional popular” separada del Papa ; la etapa siguiente, previsiblemente, será la anexión forzada de esa iglesia cismática a una Iglesia ortodoxa mayoritaria en el país y controlada por el poder. El obispo lo rechaza claramente y prescribe oraciones especiales por el Papa en todas las parroquias.
Por la misma época (1946), en Croacia, el beato monseñor Stepinac era invitado por el gobierno comunista a fundar una Iglesia nacional. Su rechazo le valió una larga condena. El 7 de octubre de 1998, cuatro días después de haberlo beatificado, el Papa Juan Pablo II decía de él : « La causa de la persecución y del proceso-farsa contra él fue el firme rechazo que opuso a la insistencia del régimen para que se separara del Papa y de la Sede apostólica, y se convirtiera en jefe de una “iglesia nacional croata”. Prefirió permanecer fiel al Sucesor de Pedro. Por eso fue calumniado y, después, condenado ». « Las Iglesias particulares son plenamente católicas gracias a la comunión con una de ellas : la Iglesia de Roma “que preside en la caridad” —enseña el Catecismo. “Porque con esta Iglesia, en razón de su origen más excelente, debe necesariamente acomodarse toda Iglesia, es decir, los fieles de todas partes” (San Ireneo). “En efecto, desde la venida a nosotros del Verbo encarnado, todas las Iglesias cristianas de todas partes han tenido y tienen a la gran Iglesia que está aquí [en Roma] como única base y fundamento porque, según las mismas promesas del Salvador, las puertas del infierno no han prevalecido jamás contra ella” (San Máximo Confesor) » (CEC, núm. 834).
Un trato sin misericordia
En 1949 se rompen las relaciones diplomáticas de Bulgaria con la Santa Sede. Amenazador, el ministro de Interior declara : « Conocemos a todos los adversarios del gobierno popular y trataremos sin misericordia a quienes nos hagan frente. Ni Dios, ni sus patronos imperialistas podrán ayudarles ». El 1 de marzo del mismo año, el obispo de Nicópolis puede, por última vez, reunir a sus compañeros pasionistas y a un gran número de fieles con motivo de un triduo en Oresch, en el transcurso del cual habla con total libertad apostólica. Poco después, los doce últimos sacerdotes extranjeros son obligados a abandonar el país. El obispo les da la consigna de decir, en Roma y en todas partes, que los católicos búlgaros permanecerán fieles a Dios y a la Iglesia. A causa de la censura del correo, monseñor Bossilkov empieza a usar un lenguaje cifrado. Escribe a sus contactos extranjeros : « No podéis imaginaros el infierno que sufrimos aquí ». En 1952, cuando le proponen de nuevo convertirse en el jefe de una Iglesia cismática, él reafirma su fidelidad al Papa. El 16 de julio, siete policías irrumpen en su domicilio en su presencia y lo registran en busca de armas y transmisores de radio. Al no hallar nada, se contentan con una postal recibida de Holanda para acusar al obispo de confabulación con una potencia enemiga y poder, así, arrestarlo. Ese mismo día, una amplia redada policial desemboca en la encarcelación, en una siniestra y fría prisión, de cuarenta sacerdotes y algunos religiosos y laicos.
El 19 de septiembre comienza un juicio público. Los amigos y parientes del acusado que han podido acceder a la sala quedan espantados al verlo entrar, delgado e irreconocible : hace dos meses que le obligan a dormir en el suelo ; cada noche se reanudan las privaciones de alimentos y las torturas para hacerle confesar crímenes imaginarios. A pesar de ese terrible “lavado de cerebro”, monseñor Bossilkov permanece inquebrantable. Un testigo ocular recuerda que « dominaba a todos con sus respuestas y avergonzaba a los jueces ». Su familia está autorizada a verlo durante diez minutos, y él lo aprovecha para decir : « Estoy dispuesto a todo para permanecer fiel a Cristo. Rezad para que sea digno de la gracia del martirio. Decid a todos que no he renegado ni de la Iglesia, ni del Papa ». El 3 de octubre se dicta la sentencia, fijada desde hace mucho tiempo : el obispo de Nicópolis y tres sacerdotes de la congregación de los Asuncionistas son condenados a muerte y a la confiscación de sus bienes por « espionaje a cuenta del Vaticano y actividades subversivas contra el Estado ». Monseñor Bossilkov acoge con serenidad esa devastadora noticia ; una sonrisa aparece en su rostro. Un mando comunista presente en el juicio recordará : « Nosotros los búlgaros habíamos pedido a Moscú que no hubiera condena a muerte, pero Stalin había dado órdenes precisas y no podía hacerse nada ».
« ¡ No he traicionado ni a la Iglesia, ni al Papa ! »
En el transcurso de una última entrevista con su sobrina, sor Gabriela, y otra religiosa, el obispo intenta consolarlas : « Siento el apoyo de la gracia de Dios. Muero gustosamente por la fe. Lamento que os quedéis solas, pero la Virgen no os abandonará. Si hubiera querido, habría podido vivir con todas las comodidades deseables. Decid a todos que no he traicionado ni a la Iglesia, ni al Papa ». Mientras esperan la ejecución, los condenados viven aislados cada uno en una minúscula celda, encadenados de la cabeza a los pies. Monseñor Bossilkov recibe cada semana un cesto de víveres enviado por las religiosas. Al ser devuelto, el cesto está “firmado” con una minúscula nota con la marca « +Eug ». El 18 de noviembre, el cesto regresa lleno. Con el corazón compungido, sor Gabriela comprende que el obispo ha sido ejecutado. Gracias a un policía compasivo, conseguirá recuperar la ropa manchada de sangre y los objetos personales del mártir ; el funcionario le informará oficiosamente de que el obispo ha sido fusilado el 11 de noviembre de 1952 a las 23.30 h, en compañía de otros tres sacerdotes condenados. Esas informaciones serán confirmadas al Papa san Pablo VI en 1975, en el transcurso de una entrevista con el dirigente comunista búlgaro Jivkov.
El 15 de marzo de 1998, en Roma, en presencia de sor Gabriela, Eugenio Bossilkov es proclamado beato por el Papa san Juan Pablo II. El obispo de Nicópolis había anunciado « un espléndido futuro » para la Iglesia católica búlgara ; esa predicción comenzó a realizarse a partir de 1989, año del derrumbe del comunismo en la Europa del Este. La Iglesia católica sale entonces de las catacumbas y reconstruye sus estructuras visibles con dos diócesis latinas (Sofía y Nicópolis) y una “eparquía” (diócesis) para los greco-católicos. En 2002, con motivo de un viaje a Bulgaria, el santo Papa beatificará a los otros tres sacerdotes mártires : los padres Kamen Vitcev, Pavel Djidjov y Josaphat Chichkov. Ese país cuenta en la actualidad con alrededor de 50.000 fieles y un clero autóctono. El Papa Francisco estuvo allí en mayo de 2019.
Durante la homilía de la beatificación de monseñor Eugenio Bossilkov, san Juan Pablo II podía decir : « Este obispo y mártir, que durante toda su existencia se esforzó por ser imagen fiel del buen Pastor, llegó a serlo de un modo del todo especial en el momento de su muerte, cuando unió su sangre a la del Cordero inmolado por la salvación del mundo. ¡ Qué ejemplo tan luminoso para todos nosotros, llamados a testimoniar fidelidad a Cristo y a su Evangelio ! ¡ Qué gran motivo de aliento para cuantos padecen aún hoy injusticias y oprobios a causa de su fe ! Ojalá que el ejemplo de este mártir, al que hoy contemplamos en la gloria de los beatos, infunda confianza y celo en todos los cristianos ».
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