6 de Julio de 2022

Beato Benedicto Daswa

Muy estimados Amigos:

En un Estado que garantiza la libertad religiosa y donde alrededor del 80 % de la población se dice cristiana, ¿ puede suceder que maten a una persona a causa de su fe en Jesucristo ? Hace pocos años, sin embargo, en Sudáfrica, un católico ferviente llamado Benito Daswa se enfrentó, hasta el punto de perder la vida, a la manera de pensar de sus conciudadanos, para quienes los desastres atmosféricos, las enfermedades y la muerte no se atribuyen al azar de las causas naturales, sino a la presencia de espíritus malignos manipulados por seres humanos. Ese padre de familia fue beatificado el 13 de septiembre de 2015. « La beatificación de Benito —subrayaba el cardenal Angelo Amato— es una bendición para la Iglesia, para Sudáfrica y para toda África. Su nombre Tshimangadzo significa “milagro” y era una auténtica maravilla de Dios. El Espíritu Santo transformó a ese joven sudafricano en un verdadero héroe del Evangelio, semejante a aquellos primeros mártires de la Iglesia que defendieron valientemente la fe, rezando y perdonando a sus enemigos ».

Beato Benedicto DaswaBenito Daswa nace el 16 de junio de 1946 en el pueblecito de Mbahe, en la provincia de Transvaal. La región había sido evangelizada anteriormente por misioneros protestantes, y luego por católicos, sobre todo irlandeses. El certificado de nacimiento menciona así al niño : Tshimangadzo Samuel Daswa Bakali. Samuel es un nombre cristiano requerido por la administración inglesa, Daswa es el apellido de la familia y Bakali es el del clan Lemba. Después de él, sus padres, Petrus e Ida, engendrarán a otros cuatro hijos. La familia practica la religión tradicional animista, que atribuye un alma a todos los fenómenos naturales, practica el culto de los antepasados y, a veces, el espiritismo. Los padres son agricultores y pastores, pero el padre ejerce también los oficios de albañil y carpintero, lo que le permite aumentar los exiguos ingresos de la granja. Nuestro padre —relata una de las hijas— « nos enseñaba que debíamos trabajar duro en casa, y trabajar para nuestra subsistencia. Al mismo tiempo, nos inculcaba que debíamos amarnos unos a otros e incluso amar a los niños que no eran de la familia ». Benito es un hijo siempre respetuoso y obediente. « Su padre lo amaba especialmente —afirmará la señora Daswa.

La madre de Benito es el corazón del hogar, generosa y amorosa. Ayuda en las labores del campo, sabe fabricar cerveza y vende ropa usada para aportar algo de dinero al hogar. Tras convertirse al catolicismo, después de su hijo, se mostrará muy ferviente en la fe ; es una mujer sencilla, humilde, que desea siempre ayudar a las personas necesitadas. Cuando sus hijos se quejan de no tener bastante comida, ella responde : « Debemos compartir lo poco que tenemos con los necesitados ». El hermano de Benito resume así el espíritu de la familia : « ¡ Sean todos bienvenidos ! Y si no tenemos bastantes camas, saldremos de las nuestras para cederlas a los huéspedes y dormir en el suelo : es una característica de nuestra cultura. Si no tenemos bastante comida, lo que tenemos se dará a los huéspedes, y nosotros comeremos lo que quede. En nuestra cultura, los huéspedes comen primero ».

Un rechazo claro y nítido

Antes de ser escolarizado, Benito guarda los rebaños, y su padre lo inicia en el cultivo de las frutas y verduras, poniendo a su disposición una pequeña parcela junto al huerto familiar. En 1957 el niño empieza su etapa escolar en una escuela primaria. Desde 1962 hasta 1965 estudia en otra escuela, gestionada por el Ejército de Salvación, y después termina el curso académico en una escuela superior en 1968. Después de una formación especializada, recibirá el título universitario de maestro en 1970. Durante esos años de formación es mantenido por su tío, Franck Gundula, que trabaja en Johannesburgo. Mediante el contacto con un amigo católico, el escolar entrevé la belleza y la verdad de la fe, aprendiendo sus rudimentos de un catequista que reúne a un grupo de catecúmenos cada domingo bajo una higuera. Tras dos años de instrucción, el joven es bautizado el 21 de abril de 1963 por el padre Agustín O’Brien, tomando el nombre de Benito, pues aprecia mucho la vida del patriarca de los monjes de Occidente, de quien adopta la divisa “Ora et labora” (reza y trabaja) ; Tres meses más tarde, el 21 de julio, recibe la Confirmación. Benito se dirige entonces al padre Patrick (‘Paddy’) O’Connor, quien se convierte en su guía espiritual. « Vino a la misión —relata este último— buscando trabajo ; como no teníamos nada que ofrecerle, le propusimos una ayuda económica para que terminara los estudios. Él rehusó y nos dijo que iría a Sibasa para intentar encontrar empleo ». Allí le contratan para realizar la limpieza en un hospital. Pero un día, al preguntarle por su religión, el empleador le comunica que si quiere mantener su trabajo debe dejar la Iglesia Católica y pasarse a su propia religión. Benito lo rechaza de inmediato y sin ambigüedad alguna. « Regresó a la misión —continúa el padre Patrick— y esa vez aceptó el dinero. Le dije que si quería devolvérnoslo más adelante podría hacerlo. Lo hizo y con creces ».

La fidelidad de Benito a sus compromisos cristianos, bajo el efecto de la gracia del Espíritu Santo, constituye un ejemplo de ese heroísmo cristiano que describirá san Juan Pablo II : « existe no obstante un testimonio de coherencia que todos los cristianos deben estar dispuestos a dar cada día, incluso a costa de sufrimientos y de grandes sacrificios. En efecto, ante las múltiples dificultades, que incluso en las circunstancias más ordinarias puede exigir la fidelidad al orden moral, el cristiano, implorando con su oración la gracia de Dios, está llamado a una entrega a veces heroica. Le sostiene la virtud de la fortaleza, que —como enseña san Gregorio Magno— le capacita para amar las dificultades de este mundo a la vista del premio eterno » (Encíclica Veritatis splendor, 6 de agosto de 1993, núm. 93). Jesús decía : Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá ; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará (Mc 8, 34-35).

El gozo en el trabajo

Siendo ya docente, Benito considera su tarea como una verdadera vocación : « Se decidió por esa profesión —afirmará su hermana— porque amaba a los niños y quería prepararlos para que se convirtieran en personas responsables ». Primero enseña en una escuela primaria. En 1973 consigue una titulación superior estudiando por correspondencia. Forma a los niños en las buenas maneras, en el respeto mutuo, en el respeto por las leyes, por los ancianos, pero también en la verdad. Se muestra especialmente sensible ante el desamparo de los niños de ambientes muy pobres, por lo que les permite trabajar en su huerto y los remunera a fin de que puedan comprar libros y uniformes escolares, o simplemente continuar sus estudios. Convencido de que hay que acostumbrar a los niños a trabajar y a no depender de distribuciones gratuitas, les dice : « Si hacéis algo sin que os obliguen, os gustará ».

« La persona que trabaja —escribe el Papa Francisco—, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea. La crisis de nuestro tiempo, que es una crisis económica, social, cultural y espiritual, puede representar para todos un llamado a redescubrir el significado, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva “normalidad” en la que nadie quede excluido. El trabajo de san José nos recuerda que el mismo Dios hecho hombre no desdeñó el trabajo » (Carta apostólica Patris Corde, 8 de diciembre de 2020, núm. 6).

Primero, una oración

En su modestia, Benito no quiere que se conozcan sus bondades : proporciona discretamente una ayuda económica a los padres de los niños que verdaderamente la necesitan. También visita a las familias cuyos hijos ya no quieren frecuentar la escuela. « Los niños son la luz de mañana —afirma. Debemos hacer lo posible para que reciban una buena educación ». Tras ser nombrado director de la escuela de Nweli en 1978, manda construir cinco aulas suplementarias, introduce la costumbre de los uniformes escolares, inaugura un huerto y el comedor escolar, y promueve todas las modalidades de deporte, así como clases de música y de canto, tanto en la escuela como en el pueblo. Para los muchachos crea un equipo de fútbol, pero lo abandona cuando unos jugadores pretenden recurrir a substancias dopantes, y él monta otro equipo. Rechaza también que se lleven amuletos destinados a garantizar la victoria. En la escuela es un director exigente, que espera una conducta profesional y moral impecable, tanto por parte de los alumnos como de los docentes. Estos últimos forman un grupo solidario, cuyo objetivo es encontrar ayuda contando con él y con los demás. Benito insiste en la importancia de la puntualidad, sobre todo por parte de los maestros : « Si queremos que los niños sean disciplinados, también nosotros mismos debemos ser, honestos en el trabajo y no dejar la escuela antes del horario previsto ». En una ocasión en que un maestro infringe esa consigna, Benito lo alcanza en automóvil, lo devuelve a la escuela para que prepare correctamente las clases del día siguiente y, después, lo lleva él mismo a su destino. Tras ser miembro de la Unión de Profesores de Transvaal, es elegido secretario de la sección local. Empieza las reuniones de la Unión con una plegaria, aun a riesgo de realizarla solo si nadie le sigue, y no se avergüenza de comportarse en público conforme a la fe ; sin ostentación, ni intentar imponerla a los demás, no por ello la esconde.

Tras la muerte de su padre, Benito atiende, en calidad de primogénito, las necesidades de la familia mediante su trabajo, permitiendo de ese modo que varios de los suyos puedan cursar estudios. En su pueblo lo respetan por su honradez e integridad. En 1974 contrae matrimonio con Shadi Evelina Moyai (fallecida en 2008) ; la pareja tendrá ocho hijos. Desafiando las costumbres ancestrales, se expone a las burlas yendo personalmente a buscar agua al río, lavando los pañales de los niños y ayudando a su mujer en las tareas domésticas ; además, invita a sus hijos a hacer lo mismo. Para él no resulta teórica la igualdad entre los esposos. « Los hombres —dice— no deben esperar de sus mujeres toda clase de servicios personales cuando ya tienen bastante con las tareas domésticas ». Su comportamiento resulta tan insólito que algunos llegan incluso a considerarlo hechizado. Él mismo construye una casa de ladrillos para su familia. Las relaciones con sus hijos son muy cordiales. Su hijo mayor, que por entonces cursa estudios secundarios, recuerda su última conversación antes de su muerte : « Me llevó en automóvil a la escuela Saint-Brendan y mantuvimos una larga conversación. Luego rezamos juntos y nos abrazamos ». Benito extiende igualmente su cuidado a los primos y sobrinos.

Una responsabilidad personal

La fe en Jesucristo es, para Benito Daswa, el manantial del que debe alimentarse la vida de la familia para convertirse en una verdadera “iglesia doméstica” (cf. CEC, núm. 1656). « Nos enseñaba a rezar el Rosario, a leer la Biblia y cómo seguir la Misa —contará diciendo una de sus hijas. Nos animaba a participar en las actividades de la parroquia para los jóvenes, y rezábamos en familia ». La cuñada de Benito recuerda : « Lo que yo vi de las relaciones entre los miembros de la familia era ejemplar. Los niños estaban educados a no comer antes de bendecir la mesa, a dar las gracias después de la comida, a rezar al levantarse por la mañana y al acostarse por la noche ». Un catequista que tuvo el privilegio de ser acogido en casa de los Daswa relata : « Antes de ir a acostarse, la familia se reunió. El padre leyó un pasaje de la Biblia ; luego todos cantaron, y recitamos el acto de contrición, el Padrenuestro y el Avemaría. Benito y Evelina transmitieron la fe a sus hijos, lo que era para ellos una responsabilidad que no querían descargar en nadie ». Con menor asiduidad Benito organiza reuniones de intercambio y de amistad. En Navidad todos se reúnen y cada uno recibe un pequeño regalo. Comen por turnos en casa de unos y de otros.

« Los padres son los principales y primeros educadores de sus hijos… En el seno de la familia, los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada » (CEC, núm. 1653 y 1656).

Toda la vida de Benito, tanto la privada como la pública, se halla bajo la influencia de su relación con Cristo. Son muchas las personas que están impresionadas al ver que el señor director ayuda a su mujer en la casa, o trabaja en el huerto como un operario cualquiera. Tras ser promocionado a un puesto directivo, un colega acude a consultarle. « Empecemos con una oración » —le pide Benito, quien abre su Biblia, lee unos versículos y pide a Dios que les guíe durante ese encuentro. « ¡ Sé humilde ! —dice a continuación. Un director de escuela debe ser humilde, con su personal, con sus alumnos y con los padres ». Revestíos todos de humildad en vuestras mutuas relaciones ―pedía san Pedro a los primeros cristianos (1 P 5, 5).

Benito se involucra también en la misión de catequista. Sor Ángela, coordinadora de los catecismos en la parroquia, está muy impresionada por su vida de santidad : « Me atrevería a decir que todo en él era cristiano… No hablaba mucho de su fe, pero la vivía profunda y silenciosamente ». La vida espiritual de Benito se alimenta con la oración y la recepción frecuente de los sacramentos. Incluso llega a dirigir la reunión dominical en ausencia de sacerdote ; además, forma parte de un pequeño grupo de cristianos que se reúnen, a veces en su casa, para rezar el Rosario y compartir la Palabra de Dios. En su opinión, la propagación del Evangelio depende de parroquias sólidas y activas. Cuando se constituye un consejo parroquial, él es elegido presidente, invitando a quienes poseen los medios, en especial a los docentes remunerados por el Estado, a contribuir al mantenimiento de los sacerdotes y catequistas. Participa en la construcción de la iglesia de Nweli, dedicada a la Asunción de María, patrona de Sudáfrica. Para ello, llega incluso a transportar piedras y otros materiales en su automóvil particular. Gracias a su influencia, unos jóvenes de la región aceptan participar en esas labores. Por otra parte, le reprocharán haber dado prioridad a ese edificio antes que a la construcción de su propia casa. Su tiempo libre lo dedica a actividades caritativas : visitas a enfermos y a pobres, pero también a católicos que abandonaron la práctica religiosa. Sin embargo, su caridad no se limita a los cristianos. Cuando lo reclaman para intervenir en peleas matrimoniales, él empieza reuniendo a la propia familia y pide que recen por la pareja en dificultades. « En algunos casos graves —atestiguará su hija— incluso nos invitó a ayunar ». A menudo su influencia consigue restablecer la paz.

Un rechazo comprometido

Debido a su gran interés por la vida social, Benito ejerce de secretario del consejo tradicional de la población. El jefe local aprecia sus opiniones y le manifiesta su aprecio. El modo de vida de Benito, que nunca esconde su fe, le procura no obstante numerosos enemigos que le condenarán por haber dado la espalda a las tradiciones animistas y haber abrazado la fe cristiana, que identifican con la mentalidad occidental. Su claro rechazo a la brujería le atrae enemistades en el consejo local ; hay personas envidiosas de sus éxitos que los atribuyen a la brujería, incluso la fecundidad de su pequeño huerto… Además, durante los años anteriores a la muerte de Benito se constata un recrudecimiento de crímenes relacionados con la superstición, sobre todo en la región nordeste de Sudáfrica.

« Todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo —aunque sea para procurar la salud—, son gravemente contrarias a la virtud de la religión —afirma el Catecismo. Estas prácticas son más condenables aún, cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible. El espiritismo implica con frecuencia prácticas adivinatorias o mágicas. Por eso la Iglesia advierte a los fieles que se guarden de él. El recurso a las medicinas llamadas tradicionales no legitima ni la invocación de las potencias malignas, ni la explotación de la credulidad del prójimo » (CEC, núm. 2117).

Unos céntimos de euro

Entre noviembre de 1989 y enero de 1990, un rayo cae e incendia varias casas del pueblo de Benito. Los “sabios” afirman que no es natural y que es fruto de la brujería. Algunos dirigen sus sospechas hacia el maestro cristiano. Para asegurarse de ello, el consejo local decide llamar a un brujo con reputación, y se invita a cada jefe de familia a colaborar en el pago de sus honorarios. Benito se niega a pagar la suma exigida, 5 rands, es decir, menos de 50 céntimos de euro. Intenta explicar al jefe y a sus consejeros que el rayo y las tormentas son fenómenos naturales, que la búsqueda de culpables conduciría seguramente al asesinato de inocentes, y que, con motivo de su fe en Jesús, no puede aceptar esa decisión. Se insinúa entonces que ese rechazo constituye un indicio de su culpabilidad. Consciente del peligro, Benito pide a sus amigos que recen por él ; el domingo anterior a su muerte pasa un tiempo especialmente largo en la iglesia, rezando con su Biblia. El 25 de enero de 1990, durante una tormenta de extrema violencia, varias cabañas de techo de paja se ven afectadas. El día 28, el jefe convoca un consejo donde se discute sobre el asunto del rayo, antes de que llegue Benito. Deciden reunir la suma necesaria para ir a consultar al brujo. Puesto al corriente, el director de la escuela reitera su rechazo a contribuir en ello.

El 2 de febrero, festividad de la Presentación de Jesús en el Templo, Benito lleva en su automóvil a su cuñada con su bebé enfermo a la consulta del médico. De regreso, un joven cargado con un gran saco de productos vegetales le pide que le lleve hasta su casa. Tras dejarlo en su domicilio, ya oscureciendo, Benito se dirige hacia su pueblo, pero un tronco de árbol y gruesas piedras bloquean el camino. Al bajar del automóvil se topa con la presencia de unos jóvenes que le tiran piedras. Herido y ensangrentado, intenta refugiarse en una casa, pero se ve forzado a salir cuando sus asaltantes amenazan con prenderle fuego. Pide entonces en vano que tengan clemencia, pero sólo consigue que le dejen un momento para rezar. Estando de rodillas, un joven le asesta un fuerte garrotazo que le abre la cabeza. Otro derrama sobre él agua hirviendo. Así muere a los cuarenta y cinco años ese laico ejemplar.

Con motivo de la beatificación de Benito Daswa en la iglesia de Nweli, en cuya construcción había contribuido, monseñor Rodrigues, obispo de la diócesis de Tzaneen, resaltaba : « Benito vivió con un espíritu de libertad basado en la libertad de Jesucristo. La fe lo liberó del miedo a la brujería, de los malos espíritus y de las fuerzas oscuras. En verdad, su vida y muerte dan testimonio de que la brujería y cualquier otra forma de adivinación carecen de todo sentido y son un lastre que esclaviza al ser humano, condicionado a menudo por el miedo y la ignorancia ». La libertad es en el hombre una fuerza que le hace crecer y madurar en la verdad y en la bondad. Elegir la desobediencia y el mal es abusar de la libertad y conduce a la esclavitud del pecado (cf. Rm 6, 17). La libertad alcanza su perfección cuando es ordenada por Dios, nuestra bienaventuranza. Jesucristo vino a indicarnos el camino de la verdadera libertad. Es importante dar testimonio de ello mediante nuestra fidelidad al Evangelio : « La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos » (CEC, núm. 2044). ¡ Que el beato Benito Daswa nos conceda la gracia de ser testigos de Cristo por toda nuestra vida, a fin de que Dios sea glorificado en todas las cosas !

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