19 de Junio de 2021

Santa Gemma Galgani

Muy estimados Amigos:

Carta del 19 de junio de 2021,

Santa Gemma GalganiMuy estimados Amigos :

Una noche, después de conversar un rato con su ángel de la guarda, Gema Galgani oye cómo este le ordena que vaya a la cama, « diciendo que esa noche —como ella lo cuenta— deberé estar sola, porque si él se quedara nunca dormiría. Luego se fue. Verdad es que cuando está conmigo no duermo, pues me enseña muchas cosas que ocurren en el Paraíso, y la noche pasa muy rápido. Me dejó sola y dormí. Sin embargo, me desperté varias veces y enseguida me decía : “Duerme, si no me iré para siempre” ». De un modo agradable, Gema recibe así del Cielo enseñanzas profundas sobre la conformidad a la voluntad de Dios. ¿ Quién es esa joven de la que san Maximiliano Kolbe escribía en 1921 : « He leído la vida de Gema… Me ha servido más que una serie de ejercicios espirituales » ?

Gema es la quinta de ocho hijos y nace el 12 de marzo de 1878 en Toscana (Italia central). Al día siguiente recibe en el Bautismo el nombre de Gema. Su madre, Aurelia Landi, casada con Enrique Galgani, un farmacéutico de Camigliano, es muy piadosa. Le habría gustado para su hija el nombre de una gran santa, pero el párroco la consuela diciéndole : « ¡ Gema ! ¡ Pero si es en el Paraíso donde se hallan las gemas (piedras preciosas) ! Esperemos que también ella sea una gema del Paraíso ». La madre procura transmitir su profunda fe a sus hijos, haciéndolos rezar, llevándolos a Misa y explicándoles de qué modo el Buen Jesús entregó su vida por nosotros. En abril de 1878, la familia se establece en la ciudad de Lucca, donde el señor Galgani ha adquirido una amplia farmacia. En el transcurso del año 1881, Gema va a un parvulario donde se pone de manifiesto su aguda inteligencia. Su amor por la oración crece mucho. Tiene aproximadamente cuatro años cuando su abuela, al entrar en su cuarto de improviso, la sorprende con las manos juntas y de rodillas ante una imagen de la Virgen. « ¿ Qué haces, Gema ? » —le pregunta tras haberla contemplado un tiempo. « Rezo el Avemaría. ¡ Déjame, que quiero rezar ! » —responde la pequeña. Otras veces, la madre y la hija se ponen de rodillas, unidas en la misma plegaria. Aurelia, aquejada de tuberculosis, no estará en este mundo más de ocho años tras el nacimiento de Gema. Con frecuencia le repite : « ¡ Si pudiera llevarte conmigo al Paraíso ! ». Un día en que la enferma se ve obligada a permanecer en la cama, Gema dirá : « No quería separarme de mi madre y ni siquiera salía de su habitación, pues quería partir con ella al Paraíso y temía que volara sola hacia el Cielo ».

El 26 de mayo de 1885, a la edad de siete años, la niña recibe el sacramento de la Confirmación. Entonces, y por primera vez, oye una voz interior que le dice : « Gema, ¿ quieres darme a tu mamá ? —Sí, con la condición de tomarme a mí también. —¡ No ! Dámela voluntariamente… de momento debes quedarte con papá. Ya sabes que la llevaré al Paraíso ». « Me vi en obligación de responder que sí —cuenta Gema—, pero lloraba… ». Más que nunca, permanece junto a su madre en la agonía. Temiendo por la vida de su hija, el señor Galgani la confía al cuidado de su tía. Aurelia, de treinta y ocho años de edad, muere el 17 de septiembre de 1886 después de decir : « Ofrezco mi vida para conseguir la gracia de volver a ver a mis ocho hijos en el Paraíso ».

Todos los días un 10

Escolarizada con unas religiosas, Gema tiene nueve años en el momento de su primera Comunión, el 17 de junio de 1887. Ella había insistido para obtener esa gracia, que entonces no se concedía a los niños de esa edad. Enrique Galgani ya no soportaba ver llorar a su hija por no poder comulgar, y el párroco le había aconsejado que le concediera permiso, por miedo a que cayera enferma. No obstante, Gema confesará que tenía la mala costumbre de llorar siempre para ablandar a su padre y conseguir lo que quería. Y ese día descubre hasta qué punto difieren las delicias del Cielo de las de la tierra. « Aquella mañana Jesús me concedió el gran deseo de ser religiosa » —escribirá a su director espiritual.

En clase, Gema destaca en francés, aritmética y música, pero desea sobre todo conocer lo que concierne a la Pasión de Jesús. La maestra le promete explicarle un tema diferente cada vez que saque un 10/10 en clase. « ¡ Estaba tan contenta ! —escribirá ; todos los días sacaba un 10 y todos los días recibía mi explicación ». Obtendrá una mención de honor por su conocimiento del catecismo. Sin embargo, hacia la edad de doce años su fervor se enfría y siente a Jesús alejarse cada vez más. Su padre, en efecto, no le niega nada, y ella misma se complace demasiado en mostrarse elegantemente vestida. Pero conserva un gran amor por los pobres y, cuando sale, desvalija la casa para dar limosnas. Ante semejante prodigalidad, Monseñor Volpi (obispo auxiliar de Lucca y después obispo de Arezzo ; 1860-1931), su confesor, acaba prohibiéndole esas larguezas, y su padre deja de darle con qué contentar su buen corazón. La joven termina por no salir, por miedo a encontrarse con pobres a los que no pueda socorrer.

Las joyas de la esposa

El 11 de septiembre de 1894, Gino, su hermano preferido, sucumbe de tuberculosis : era seminarista y sólo tenía dieciocho años ; desconsolada, Gema cae enferma durante tres meses. Una vez curada es arropada por las atenciones de su padre, quien la colma de regalos. Un día le regala un reloj de oro, que lleva con gozo con motivo de una salida. De regreso, su ángel de la guarda se le aparece por primera vez : « Recuerda que las joyas preciosas que adornan a la esposa de un rey crucificado no pueden ser más que las espinas y la Cruz ». A partir de entonces la joven se somete a un gran desprendimiento para agradar a Jesús, por lo que se la ve vestida con gran sobriedad y sin ningún otro ornamento más allá de sus ojos claros y de su sonrisa celestial. Firmará sus cartas con “La pobre Gema”. Su lucha cotidiana se dirige también contra sus defectos y pecados, con el fin de acceder a la humildad.

En Navidad de ese mismo año, su confesor le permite hacer voto de castidad ; tiene diecisiete años. Más tarde escribirá a su director espiritual : « Esta mañana, durante la Comunión, Jesús me decía : “Ya ves, Gema, que en mi corazón hay una niña a la que amo mucho y que también me ama mucho a cambio. Esa niña me pide siempre amor y pureza, y yo que soy el verdadero amor y la verdadera pureza, le concedo tanto de ello como pueda recibir una criatura humana” ». Gema pide a Jesús que la haga sufrir mucho para probarle su amor. Esa sorprendente petición no es la expresión de un psiquismo enfermizo, sino de un ardiente deseo de parecerse a Jesús en su Pasión. Mediante su gracia, Dios nos ofrece la posibilidad de participar en la obra de Redención que fructifica en la comunión de los santos.

« Vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte (1 Co 12, 26-27). La caridad no busca su interés (1 Co 13, 5). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los santos. Todo pecado daña a esta comunión… Este término (“comunión de los santos”) designa también la comunión entre las “personas santas” en Cristo que ha muerto por todos, de modo que lo que cada uno hace o sufre en y por Cristo da fruto para todos » (Catecismo de la Iglesia Católica, núm. 953, 961).

Gema no tarda en ser escuchada, ya que le sale un absceso en el pie que le provoca un dolor que ella acepta generosamente y que esconde como puede para que sólo lo sepa Jesús. Muy pronto el mal degenera en caries de hueso. El aumento de los dolores le obliga a consultar a los médicos, quienes, para evitar la amputación, proponen rascar el hueso. Gema se reprocha a sí misma « sus lloros y gemidos », pero sus familiares y los propios médicos quedan impresionados por su silencio y su sonrisa.

Pertenecer a Jesús

En 1897, Enrique Galgani muere de un cáncer de garganta. Gema está muy afectada, pero Jesús la fortalece interiormente. La envían entonces a casa de su tía paterna, a quien ayuda a llevar una ferretería, a satisfacción de todos. Son varios los jóvenes que le piden matrimonio, pero ella, que desea pertenecer por completo a Jesús, declina esas propuestas ; un dolor en la espalda le obliga a regresar a Lucca. Gema está aquejada de la enfermedad de Pot, una tuberculosis de huesos que afecta a la columna vertebral. Pronto sufre de parálisis y debe permanecer en cama. Su mayor sufrimiento consiste en tener que ser auscultada por los médicos, pues procura con gran esmero conservar, mediante el pudor, la mayor pureza de cuerpo y de espíritu : « Nunca dejaba de rezar cada día tres Avemarías arrodillada sobre los dedos —práctica penitencial que mamá me había enseñado— a fin de que Jesús me librase de los pecados contra la santa pureza ».

« La pureza exige el pudor. Este es parte integrante de la templanza… Está ordenado a la castidad, cuya delicadeza proclama. Ordena las miradas y los gestos en conformidad con la dignidad de las personas y con la relación que existe entre ellas. El pudor es modestia ; inspira la elección de la vestimenta. Mantiene silencio o reserva donde se adivina el riesgo de una curiosidad malsana. El pudor inspira una manera de vivir que permite resistir a las solicitaciones de la moda y a la presión de las ideologías dominantes. Nace con el despertar de la conciencia personal. Educar en el pudor a niños y adolescentes es despertar en ellos el respeto de la persona humana » (CEC, núm. 2521-2524). En la encíclica Sacra virginitas, el Papa Pío XII resaltaba : « Para conservar intacta la castidad no bastan la vigilancia y el pudor ; hay que recurrir también a los medios sobrenaturales : a la oración a Dios, a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía y a una viva devoción a la Santísima Madre de Dios » (25 de marzo de 1954, núm. 59).

Gema confesará que, después de haber sufrido, seguía estando decepcionada de constatar que recuperaba las fuerzas, pues veía en la muerte la puerta de entrada al Paraíso. Unas visitandinas que vienen a curarla le proponen realizar una novena a santa Margarita María para que le ayude a curarse o a bien morir. Lee entonces con fruición la vida de un religioso pasionista llamado Gabriel de l’Addolorata (fallecido en 1862 y canonizado en 1920). Entabla con él una gran amistad y, todas las tardes, fray Gabriel se le aparece para ayudarle a hacer la novena. Posteriormente conversará con ella con asiduidad. Al final de la novena, y ante la estupefacción de los médicos, Gema queda completamente curada. Uno de ellos la acusa de histérica, lo que la hiere, aunque sin hacerle perder su tranquilidad de espíritu. Acaricia la opción de ingresar en la Visitación, pero fray Gabriel le aconseja que prometa solamente hacerse religiosa y consagrarse al Sagrado Corazón. Cuando ella le pregunta el motivo, él le responde de manera enigmática : « Sorella mia ! (¡ hermana mía !) ».

Unos amigos íntimos

La especificidad de la vida de Gema se halla en su carácter sencillo y monótono, unido a una extraordinaria familiaridad con el mundo sobrenatural. Conversa con los ángeles y los santos como si de amigos íntimos se tratara, y el diario que ha redactado por obediencia a su director espiritual es testimonio de ello. El Jueves Santo 30 de marzo de 1899, Jesús crucificado se dirige a ella en estos términos : « Mira, hija mía, y aprende cómo se ama. ¿ Ves esta cruz, estas espinas y estas llagas ? Todo es obra del amor, y del amor infinito. ¿ Ves hasta qué punto te he amado ? ¿ Quieres amarme realmente ? Aprende antes a sufrir ; el sufrimiento enseña a amar ». Al día siguiente, por primera vez, Nuestro Señor Jesucristo le da la Comunión de su propia mano, pues, enferma como está, no tiene permiso para asistir a los oficios. Se une a las ceremonias del Viernes Santo confinada en su habitación : « Vino mi ángel de la guarda y rezamos juntos. Asistimos a Jesús en todas sus penas ; nos compadecimos de los dolores de nuestra Mamá (así es como llama a la Virgen). Pero mi ángel no ahorró hacerme un suave reproche al decirme que no llorara cuando tuviera que hacer algún sacrificio por Jesús, sino que se lo agradeciera a quienes me ofrecieran la ocasión de hacerlo ».

En la encíclica Spe salvi, el Papa Benedicto XVI recuerda el significado de los pequeños sacrificios : « La idea de poder “ofrecer” las pequeñas dificultades cotidianas, que nos aquejan una y otra vez como punzadas más o menos molestas, dándoles así un sentido, era parte de una forma de devoción todavía muy difundida hasta no hace mucho tiempo, aunque hoy tal vez menos practicada… Conviene preguntarse si acaso no comportaba de algún modo algo esencial que pudiera sernos de ayuda. ¿ Qué quiere decir “ofrecer” ? Estas personas estaban convencidas de poder incluir sus pequeñas dificultades en el gran compadecer de Cristo, que así entraban a formar parte de algún modo del tesoro de compasión que necesita el género humano. De esta manera, las pequeñas contrariedades diarias podrían encontrar también un sentido y contribuir a fomentar el bien y el amor entre los hombres. Quizás debamos preguntarnos realmente si esto no podría volver a ser una perspectiva sensata también para nosotros » (núm. 40).

En mayo de 1899, Gema llama a la puerta de la Visitación de Lucca, pero la extrema precariedad de su salud no permite que la admitan. El 8 de junio siguiente, víspera del Sagrado Corazón, recibe la gracia de la estigmatización, es decir, de la impresión, en sus manos y en su costado, de llagas semejantes a las que recibiera Jesús en su Pasión. « Jesús apareció con sus llagas abiertas —relata Gema—, pero de esas heridas ya no brotaba sangre sino llamas de fuego. En un instante esas llamas vinieron a tocarme las manos, los pies y el corazón. Me sentía morir y habría caído en el suelo si mi madre (la Virgen María) no me hubiera sostenido ».

Horas de sufrimiento y de gozo

Hasta su muerte, cada semana, desde el jueves por la tarde a las 20h hasta el viernes a las 15h, revivirá la Pasión, llevando en sus manos, pies y costado las marcas del amor de Dios hacia los hombres. El propio Jesús le impone también, en esa misma época, su corona de espinas. Gema se desvive en sentimientos de agradecimiento, pues de ese modo puede aliviar a Jesús y testimoniarle su amor. Esas horas de sufrimiento son también horas de gozo por la intimidad tan fuerte que siente con el Salvador. Ella intercede por las personas a las que ama y también por los pecadores ; además, Gema pide perdón por sus propios pecados.

« Llevando a efecto la Redención mediante el sufrimiento —escribía el Papa Juan Pablo II—, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de Redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo » (Carta apostólica Salvifici doloris, 11 de febrero de 1984, núm. 19). Gema Galgani estuvo unida de una manera muy especial a la Cruz de Cristo. Sin embargo, todos deberemos sufrir por fidelidad a la verdad, a la justicia y al amor : « Sufrir con el otro, por los otros —explica el Papa Benedicto XVI— ; sufrir por amor de la verdad y de la justicia ; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo… ¿ Somos capaces de ello ? ¿ El otro es tan importante como para que, por él, yo me convierta en una persona que sufre ? ¿ Es tan importante para mí la verdad como para compensar el sufrimiento ? ¿ Es tan grande la promesa del amor que justifique el don de mí mismo ? En la historia de la humanidad, la fe cristiana tiene precisamente el mérito de haber suscitado en el hombre, de manera nueva y más profunda, la capacidad de estos modos de sufrir que son decisivos para su humanidad… La fe cristiana nos ha enseñado que Dios –la Verdad y el Amor en persona– ha querido sufrir por nosotros y con nosotros » (Spe salvi, núm. 39).

La joven con estigmas, confundida por las marcas de predilección que lleva en su cuerpo, hace todo lo posible por esconderlas. Monseñor Volpi, preocupado por esos acontecimientos, pone a prueba con frecuencia a la joven, y desea acudir con un médico capacitado para examinar los estigmas. A pesar de una carta de Gema que le insta, de parte de Jesús, a que vaya solo, ya que de lo contrario no verá nada, él acude acompañado de un médico ante la joven en éxtasis. El médico limpia las llagas con algodón y la sangre así absorbida deja ver la piel intacta. El médico es categórico : se trata de un caso de histeria, y la joven se habría pinchado con agujas. Los más cercanos a Gema ponen entonces en duda la realidad de las manifestaciones sobrenaturales. Así, la desaparición de los estigmas ante el médico resulta una prueba de humildad para la joven.

Una hija predilecta

Al principio del verano de 1899, unos religiosos pasionistas (miembros de una congregación fundada en el siglo xviii por san Pablo de la Cruz) predican una misión en Lucca. ¡ Gema constata con sorpresa que los padres llevan el mismo hábito que su “fray Gabriel” ! Oye entonces en su corazón que Jesús le pregunta : « ¿ Te gustaría también vestir ese hábito ?… Serás una hija de mi Pasión y una hija predilecta. Uno de esos religiosos será tu padre espiritual. ¡ Ve y revélalo todo ! ». La joven se confía a uno de los religiosos, quien le prohíbe algunas penitencias extraordinarias que ella practica sin permiso. Enseguida la pone en relación con la familia Giannini, donde será acogida y escondida a los ojos del mundo. Los esposos Giannini, que tienen doce hijos, reciben con agrado a Gema en su casa, pues aprecian su virtud y devoción. Entonces le presentan al padre Germano, religioso pasionista, quien la guiará con seguridad y firmeza. Gema le escribe con frecuencia y le obedece en todo, llegando incluso a despedir a Jesús cuando el tiempo de oración que le ha fijado se ha cumplido. Esa obediencia la protege de las ilusiones diabólicas. El padre Germano, capaz de discernir una verdadera vida mística, deja con gran esmero que el Espíritu Santo obre en ella.

La existencia de Gema prosigue llena de discreción y de humildes servicios : colabora asiduamente en las labores domésticas, remienda los calcetines y mantiene en orden la ropa de todos. A menudo, el éxtasis la invade donde se encuentra y, cuando ya se le pasa, Gema prosigue sencillamente su trabajo en silencio. Desea ardientemente entrar en religión, pero resulta en vano, ya que las religiosas pasionistas temen recibir a una postulante de vida espiritual tan extraordinaria. Las gestiones que emprende con objeto de fundar un convento de Hermanas Pasionistas en Lucca no llevan tampoco a buen término. A partir de Pentecostés de 1902 cae enferma y deja de alimentarse ; la sagrada Comunión se convierte en su único alimento. Es un período de intensa “reparación” ofrecida al Sagrado Corazón, así como de especial intercesión por la santificación del clero. El 21 de septiembre aparecen los primeros síntomas evidentes de tuberculosis pulmonar. Nuestro Señor le revela que aún deberá superar un doloroso calvario : « Necesito —le dice— una expiación inmensa, especialmente por los pecados y sacrilegios con los que me ultrajan los ministros del santuario ». Los tormentos que soporta durante varios meses son indecibles, pero su paciencia no desfallece. Su amor incondicional a Dios le permite ver en la luz divina el “escándalo del mal” y del sufrimiento. En enero de 1903 es trasladada a una pequeña habitación aislada, para evitar contagios. Allí muere el 11 de abril de 1903, Sábado Santo, a la edad de veinticinco años.

El convento de las Pasionistas de Lucca, cuya fundación tan ardientemente deseaba, se abre en 1905, recibiendo el cuerpo de su celestial protectora, que había profetizado : « Las Pasionistas no me han querido viva, pero me tendrán muerta ». El 2 de mayo de 1940, Pío XII canonizó a Gema Galgani tras una minuciosa investigación sobre los fenómenos místicos de su vida.

¡ Santa Gema Galgani, concédenos de Jesús y de María la gracia de la paciencia, por amor a Jesús crucificado !

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