24 de Agosto de 2021

San Atanasio

Muy estimados Amigos:

San Atanasio era ya reconocido años antes de su muerte como « el pilar de la Iglesia » por el gran teólogo y obispo de Constantinopla san Gregorio Nacianceno, y sigue siendo considerado, tanto en Oriente como en Occidente, como un modelo de fidelidad a la fe católica en tiempos en que la herejía (doctrina que niega una materia de la fe) parecía que había de triunfar. Fue obispo de Alejandría, en Egipto, durante cuarenta y cinco años, y padeció en seis ocasiones el exilio con una duración total de más de veinte años.

San AtanasioCuando Atanasio nace cerca de Alejandría, hacia el año 298, la persecución de los cristianos oficialmente en vigor en el Imperio se ha convertido, de hecho, en tolerancia. En 313, mediante el edicto de Milán, el emperador Constantino pone fin a las persecuciones. Atanasio recibe una educación muy estricta, especialmente en literatura griega y en filosofía. Entra muy joven en el clero cristiano, donde ejerce durante seis años la función de lector. Sus cualidades llaman la atención del obispo Alejandro, quien lo elige como secretario y hombre de confianza. Un reputado presbítero de la diócesis, Arrio, comienza entonces a difundir con gran habilidad, con el pretexto de adaptar mejor la doctrina cristiana a la razón humana, una doctrina nueva que niega la divinidad de Jesucristo. En 325 Atanasio participa muy activamente, en calidad de diácono y secretario del patriarca Alejandro, en el primer concilio ecuménico celebrado en Nicea, que condena formalmente la herejía de Arrio. El emperador Constantino aprueba oficialmente las actas del concilio, dándoles de ese modo el valor de ley del Estado (esa actitud, producto de buenas intenciones, no carecía de riesgos para la independencia de la Iglesia con respecto al Estado). Tras la muerte de Alejandro, en 328, Atanasio, a la edad de solo treinta años, es designado, conforme a los deseos del difunto, su sucesor. Los obispos de la provincia, el clero de la diócesis y el pueblo aprueban la elección.

« San Atanasio —dirá el Papa Benedicto XVI— es, sobre todo, el apasionado teólogo de la encarnación del Verbo de Dios que se hizo carne y puso su morada entre nosotros (Jn 1, 14)… Arrio, con su teoría, constituía una amenaza para la auténtica fe en Cristo, declarando que el Verbo no era verdadero Dios, sino un Dios creado, un ser “intermedio” entre Dios y el hombre… Los obispos reunidos en Nicea respondieron redactando el “Símbolo de la fe” que, completado más tarde por el primer concilio de Constantinopla, ha quedado en la liturgia como el Credo niceno-constantinopolitano. En este texto fundamental aparece el término griego homoúsios, en latín consubstantialis : indica que el Hijo, el Verbo, es “de la misma substancia” del Padre, es Dios de Dios, es su substancia ; así se subraya la plena divinidad del Hijo, que negaban los arrianos » (Audiencia del 20 de junio de 2007). San Atanasio consagrará su vida a la defensa y explicación del Credo. Esa intensa labor conserva actualmente todo su valor, pues el arrianismo está todavía presente con nuevas formas. Los modernistas han pretendido diferenciar al Cristo de la historia, que sería únicamente un hombre, del Cristo de la fe, que solamente sería Dios en la subjetividad de los creyentes. Además, se dice que Cristo no habría tenido conciencia de su divinidad. Dichas opiniones están en contradicción con la enseñanza del Concilio de Nicea, ya que la divinidad de Jesús es una realidad objetiva independiente de la fe de los creyentes, y si Cristo es verdaderamente Dios, ¿ cómo podría ignorarlo ?

En el otoño de 329 Atanasio emprende una larga gira pastoral. En el monasterio de Tabenesia procede a la ordenación sacerdotal del abad Pacomio. Muy pronto, los semiarrianos, partido formado por quienes intentan eludir las condenas decididas por el concilio de Nicea, se oponen a Atanasio y redactan un informe donde le acusan de una gestión tiránica, incluso criminal, de la Iglesia de Egipto. En 335 aprovechan una asamblea de obispos reunidos en Tiro, entre los cuales tienen a numerosos partidarios, para perjudicar la reputación de Atanasio. Como consecuencia, el 5 de febrero de 336 es exiliado por el emperador Constantino a Tréveris, donde permanece desde la primavera de 336 hasta junio de 337 (primer exilio). « Pero durante sus ausencias forzadas de Alejandría —recuerda Benedicto XVI— el obispo pudo sostener y difundir en Occidente, primero en Tréveris y después en Roma, la fe de Nicea así como los ideales del monaquismo, abrazados en Egipto por el gran eremita san Antonio, con una opción de vida por la que san Atanasio siempre se sintió atraído. San Antonio, con su fuerza espiritual, era la persona más importante que apoyaba la fe de san Atanasio » (ibíd.).

Una declaración solemne

El emperador Constantino muere el 22 de mayo de 337 ; sus tres hijos (Constantino II, Constante I y Constancio II) se reparten el imperio. Constantino II, convertido en emperador de una parte de Occidente, restablece a Atanasio en su sede de Alejandría. Sin embargo, Egipto depende de su hermano, Constancio II, emperador de Oriente, quien es favorable al partido de los arrianos. Estos últimos quieren que Atanasio sea substituido en la sede de Alejandría por uno de los suyos. A principios de 339, con la aprobación de Constancio II, Gregorio de Capadocia, un arriano, es consagrado “obispo de Alejandría”. El 16 de abril, Atanasio, al que busca una tropa armada, consigue embarcarse hacia Roma, donde es recibido por varios obispos depuestos por los arrianos. El Papa Julio I reúne un concilio en Italia, durante el invierno de 340-341 ; tras las deliberaciones, declara solemnemente a Atanasio y a los obispos exiliados en Roma inocentes de los cargos presentados contra ellos y titulares legítimos de sus diócesis, redactando una carta a los obispos orientales para comunicarles la sentencia. Sin embargo, un sínodo reunido en Antioquía se opone al Papa desestimándolo.

El Papa prepara entonces un concilio general que reúne en Sárdica (la actual Sofía, en Bulgaria), durante el verano de 343, a un centenar de obispos occidentales y a noventa obispos orientales. Desde el principio, estos últimos impugnan la presencia de Atanasio y de los demás obispos exiliados, por cuanto ya fueron juzgados por ellos en el sínodo de Tiro. Después de largas controversias abandonan la ciudad. Los obispos occidentales, que permanecen en Sárdica, proclaman entonces la inocencia de los obispos de Oriente exiliados y deciden deponer a los obispos intrusos. Durante el verano de 344 Atanasio llega a Aquilea, donde es acogido por Constante I, quien abraza plenamente la causa de los obispos exiliados, consiguiendo que se ponga fin a las persecuciones contra los partidarios de Atanasio. No obstante, este último permanece en Aquilea hasta principios de 346 ; el 21 de octubre de ese año es acogido triunfalmente por sus fieles en Alejandría. Su segundo exilio ha durado desde abril de 339 hasta octubre de 346.

La influencia de Atanasio se hace entonces preponderante en Egipto, gracias al gran desarrollo del monaquismo por el impulso de san Pacomio de Tabenesi (fallecido el 9 de mayo de 346). Así pues, la mayoría de los monjes se alinean con el obispo, quien recibe a una delegación del monasterio de Tabenesi dándole la bienvenida y entregándole un mensaje del prestigioso eremita san Antonio (250-357). Atanasio convoca sin demora un sínodo para confirmar los decretos de Sárdica ; en dos o tres años establece la comunión con más de cuatrocientos obispos. Redacta tratados doctrinales y provee varias sedes episcopales vacantes, eligiendo con bastante frecuencia a los nuevos titulares de entre los monjes. Escribe también cartas para las numerosas vírgenes consagradas que residen en Alejandría y sus proximidades, exhortándolas a vivir en la humildad de su estado. Esa actividad pastoral mueve a los arrianos a mostrarse más discretos.

Nueva destitución

En febrero de 350 Constante I es asesinado en Galia. Le sucede Constancio II, que se instala en Arles. En posición de fuerza, da apoyo nuevamente al partido arriano. En otoño de 353 un concilio reúne en Arles a obispos galos en presencia de legados del Papa Liberio (Julio I había muerto en abril de 352). Presionado por el emperador, el sínodo condena a Atanasio, pero el Papa rehúsa avalar el acto. A petición suya, un nuevo concilio se reúne en 355 en Milán en presencia del emperador. Sin embargo, amenazados de destierro, la mayoría de los obispos firman el decreto de destitución de Atanasio. El 6 de enero de 356 el general Siriano desembarca en Egipto y ordena a sus tropas que se dirijan a Alejandría. El jueves 8 de febrero por la tarde Atanasio preside un oficio en la iglesia de San Teonás. Los soldados rodean entonces el edificio, fuerzan las puertas y, poco después de medianoche, el general Siriano irrumpe en el interior para apresar al obispo. Atanasio, sentado en su trono en el ábside, permanece sereno y ordena al diácono que entone con los fieles el salmo 135 : Alaben al Señor, porque su misericordia es eterna. Los soldados se agrupan a la entrada del coro y el clero suplica a Atanasio que huya, pero el pastor se niega a moverse mientras la multitud de fieles no se halle segura. Prosiguen las plegarias así durante un buen rato. Después, un grupo de monjes y de miembros del clero rodea de repente el trono, se apodera de la persona del obispo y lo lleva afuera, en medio de una gran confusión. El Patriarca es conducido al desierto y ya no aparecerá en público hasta el año 362 (tercer exilio).

Atanasio se dirige hacia Cirenaica, probablemente con la intención de llegar a Occidente a fin de parlamentar con Constancio II. Además, ha empezado a redactar su Apología a Constancio. Pero le llegan informaciones sobre la intensidad de la represión desencadenada en Alejandría : el día de Pascua las tropas han atacado con violencia a los fieles. Recibe también la copia de una carta del emperador a los alejandrinos, que lo denuncia como instigador de disturbios y anuncia la llegada de un nuevo obispo del partido arriano : Jorge de Capadocia. Comprendiendo la inutilidad de una tentativa de negociaciones, Atanasio redacta una Carta a los obispos de Egipto y de Libia, poniéndolos en guardia contra los prontuarios arrianos y comprometiéndolos a resistir la persecución.

La doctrina de la salvación

Más de la mitad de sus obras datan de aquellos seis años. « La obra doctrinal más famosa del santo obispo de Alejandría —subraya el Papa Benedicto XVI— es el tratado Sobre la encarnación del Verbo, el Logos divino que se hizo carne, llegando a ser como nosotros, por nuestra salvación. En esta obra, san Atanasio afirma, con una frase que se ha hecho justamente célebre, que el Verbo de Dios “se hizo hombre para que nosotros llegáramos a ser Dios ; se hizo visible corporalmente para que nosotros tuviéramos una idea del Padre invisible, y soportó la violencia de los hombres para que nosotros heredáramos la incorruptibilidad” (54, 3). Con su resurrección, el Señor destruyó la muerte como si fuera “paja en el fuego” (8, 4). La idea fundamental de toda la lucha teológica de san Atanasio era precisamente la de que Dios es accesible. No es un Dios secundario, es el verdadero Dios, y a través de nuestra comunión con Cristo nosotros podemos unirnos realmente a Dios. Él se ha hecho realmente “Dios con nosotros” » (ibíd.). La expresión « para que el hombre llegue a ser Dios » no significa que dejaríamos de ser sus criaturas, sino que designa una misteriosa participación del hombre, en su naturaleza creada, en la vida bienaventurada de Dios, como hijo adoptivo.

Mientras tanto, el nuevo jefe militar de Egipto, Sebastián, pone todo su empeño en aplicar las órdenes de persecución sistemática. Todas las iglesias de Alejandría se entregan a los arrianos ; veintiséis obispos de Egipto son expulsados de su sede. La ordenación de Jorge de Capadocia se prepara cuidadosamente, teniendo lugar, con escolta militar, el viernes 24 de febrero de 357, un año antes de la huida de Atanasio. Sin embargo, el intruso, que tiene a Sebastián como brazo armado, es odiado enseguida, tanto por su tiranía como por su codicia ; persigue lo mismo a los paganos que a los cristianos favorables a Atanasio. Mientras tanto, este se desplaza constantemente a través de Egipto, se esconde en las celdas monásticas del desierto de Nitria o del Alto Egipto, incluso en antiguas tumbas o cisternas. También se aloja clandestinamente en Alejandría, sin que nunca nadie le denuncie ni sea localizado por la policía. En ese tiempo de exilio termina su biografía sobre el eremita san Antonio del desierto.

San Atanasio es efectivamente el autor de la Vida de san Antonio, « escrita —recuerda el Papa Benedicto XVI— poco después de la muerte de este santo, precisamente mientras el obispo de Alejandría, en el destierro, vivía con los monjes del desierto egipcio. San Atanasio fue amigo del gran eremita hasta el punto de que recibió una de las dos pieles de oveja que dejó san Antonio como herencia, junto con el manto que el mismo obispo de Alejandría le había regalado. La biografía ejemplar de ese santo tan apreciado por la tradición cristiana, que se hizo pronto sumamente popular y fue traducida inmediatamente dos veces al latín y luego a varias lenguas orientales, contribuyó decisivamente a la difusión del monaquismo, tanto en Oriente como en Occidente… Por lo demás, el mismo san Atanasio muestra que tenía clara conciencia de la influencia que podía ejercer sobre el pueblo cristiano la figura ejemplar de san Antonio. En la conclusión de esa obra escribe : “El hecho de que llegó a ser famoso en todas partes, de que encontró admiración universal y de que su pérdida fue sentida aun por gente que nunca lo vio, subraya su virtud y el amor que Dios le tenía… ¿ Cómo explicar, en efecto, que este hombre, que vivió escondido en la montaña, fuera conocido en España y Galia, en Roma y África, sino por Dios, que en todas partes da a conocer a los suyos ?… Pues aunque hagan sus obras en secreto y deseen permanecer en la oscuridad, el Señor los muestra públicamente como lámparas a todos los hombres, y así los que oyen hablar de ellos pueden darse cuenta de que los mandamientos llevan a la perfección, y entonces cobran valor para seguir la senda que conduce a la virtud” (Vida de san Antonio, 93, 5-6) » (ibíd.). « Tenemos muchos motivos para dar gracias a san Atanasio —añade el Papa—. Su vida, como la de san Antonio y la de otros innumerables santos, nos muestra que “quien va hacia Dios, no se aleja de los hombres, sino que se hace realmente cercano a ellos” » (ibíd.).

Llamada a la reconciliación

El 3 de noviembre de 361 muere Constancio II, sucediéndole el emperador Juliano. El 9 de febrero de 362, un edicto de Juliano, quien se declaró pagano después de haber recibido una educación cristiana (por eso es conocido históricamente como “Juliano el apóstata”), es publicado en Alejandría autorizando el regreso de todos los obispos desterrados por su predecesor. Con esa medida el emperador esperaba sin duda provocar nuevas divisiones en la Iglesia. De regreso a Alejandría el 21 de febrero, Atanasio comprende que hay que restablecer la concordia entre los cristianos. Uno de sus primeros actos consiste en reunir un sínodo donde se congregan veintiún obispos perseguidos durante el reinado precedente. El acuerdo se realiza en el plano de la fe. No obstante, la situación sigue siendo difícil ; los intransigentes que quieren excomulgar a quienes habían tomado posiciones ambiguas se oponen a los moderados que quieren restringir esa culpa a los principales instigadores de la herejía. El sínodo culmina con la redacción de una Carta sinodal, obra del propio obispo, que lo sitúa como verdadera cabeza de la cristiandad de Oriente. Se profesa de nuevo el Credo de Nicea, con una llamada a la moderación y a la reconciliación.

Furioso por la influencia de Atanasio, el emperador Juliano escribe en una carta pública dirigida a los alejandrinos que él ha autorizado a los obispos desterrados a que regresen a sus ciudades, pero no a retomar sus funciones ; en consecuencia, ordena al obispo que abandone Alejandría. Mientras los fieles intentan realizar alguna gestión ante el emperador, Atanasio permanece discretamente en su metrópoli. Sin embargo, Juliano amenaza con sanciones al gobernador de Egipto si Atanasio —« ese enemigo de los dioses »— no abandona el país. El obispo se exilia de nuevo el 23 de octubre, remontando el Nilo hacia el Alto Egipto, donde es recibido por los obispos y los monjes. Allí le llega la noticia, el año siguiente, de la muerte de Juliano, al que sucede un cristiano : Joviano. Atanasio vuelve entonces secretamente a Alejandría, partiendo luego para Siria, junto con otros obispos egipcios, para encontrarse con Joviano. Sin embargo, los arrianos asedian al nuevo emperador y exigen otro obispo para Alejandría, aunque Atanasio resulta victorioso. Después de una estancia en Antioquía hace una nueva entrada oficial en Alejandría, provisto de cartas imperiales, y vuelve a tomar posesión de todas las iglesias. Es el final de su cuarto exilio (23 de octubre de 362 – 14 de febrero de 364).

Durante la noche del 16 al 17 de febrero de 364, Joviano muere accidentalmente. Proclamado Valentiniano nuevo emperador, nombra a su hermano Valente coemperador para Oriente, quien cae enseguida bajo la influencia de los arrianos. A principios de 365 un edicto imperial destierra a los obispos depuestos por Constancio II y reclamados por Juliano. En un primer momento Atanasio permanece en su puesto, pero un mes más tarde se refugia en una casa de campo de su propiedad. Sin embargo, obligado por graves desórdenes políticos, el emperador lo restablece en su sede metropolitana. Ello significa el final de su quinto exilio (5 de octubre de 365 – 1 de febrero de 366).

Por aquella época Atanasio mantiene correspondencia con Basilio de Cesárea, y pasa sus últimos años refutando a Apolinar de Laodicea, un hereje que identifica el alma de Cristo con su divinidad (Cristo no sería verdaderamente hombre). Pero los escritos del obispo de Alejandría han adquirido una nueva tonalidad : ya no se muestra tanto como intrépido defensor de la ortodoxia, sino más bien como un padre entristecido por los errores de su correspondiente. Emplea también su tiempo en escribir comentarios sobre las Escrituras. « Más allá de la Escritura y de la ciencia verdadera —escribía—, hace falta una vida buena, un alma pura y virtud según Cristo… para que el alma pueda obtener y captar lo que desea (la ciencia de la sabiduría divina) ». San Atanasio muere el 2 de mayo de 373, a la edad de setenta y cinco años.

Por encima de todo

Los obispos —dice el Catecismo de la Iglesia Católica— « tienen como primer deber el anunciar a todos el Evangelio de Dios… Son los maestros auténticos, por estar dotados de la autoridad de Cristo » (CEC 888). Por eso san Atanasio luchó tanto y padeció tantas contradicciones. Sabía que « sin la fe… es imposible agradar a Dios (Hb 11, 6)… y nadie, a no ser que haya perseverado en ella hasta el fin (Mt 10, 22 ; 24, 13), obtendrá la vida eterna » (CEC 161). Siguiendo a san Pablo, combatió el buen combate de la fe (1 Tm 6, 12). Ese combate es también el nuestro : « En nuestros días, muchas veces —afirma el Papa Francisco— vemos cómo el mundo cuestiona nuestra fe, y de múltiples maneras se nos pide entrar en componendas con la fe, diluir las exigencias radicales del Evangelio y acomodarnos al espíritu de nuestro tiempo. Sin embargo, los mártires (y todos los santos) nos invitan a poner a Cristo por encima de todo y a ver todo lo demás en relación con él y con su Reino eterno » (16 de agosto de 2014).

La Virgen María fue quien creyó en el designio benevolente de Dios hacia los hombres ; en el Cielo ella goza ahora de la omnipotencia suplicante sobre el Corazón de Dios. Recémosle y recemos a san Atanasio con la confianza de acrecentar en nosotros, en medio de nuestros combates, la virtud de fe unida a la firme esperanza en el auxilio divino.

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