12 de Enero de 2022
Beata Marie-Thérèse de Soubiran
Muy estimados Amigos:
«Si no se consideran las cosas únicamente bajo la luz sobrenatural de la fe —afirmaba el Papa Pío XII a las religiosas de María Auxiliadora—, el alma humana permanece desconcertada por el relato de la vida mortal de vuestra beata Madre, por el contraste entre la obra grandiosa y luminosa a la que Dios la destinaba y la serie de vicisitudes por las que Él la condujo… Toda la visión de su alma, todo el ímpetu de su corazón parecían expresarse en esa exclamación del salmo tan especialmente apreciado por ella : me sacó a espacio abierto, me salvó porque me amaba (cf. Sal 17, 20 ; 30, 9). ¿ Fue la vía de María Teresa de Soubiran un camino espacioso abierto por el amor ? ¿ Hubo jamás sendero más angosto, más escarpado, más lleno de obstáculos y más oscuro ? ¿ Sendero incluso más incoherente, según la pobre sabiduría humana ? ¡ Y así fue durante toda su vida ! » (22 de octubre de 1946).
Sofía Teresa, hija del barón José de Soubiran y de Noemí Gélis, nace el 16 de mayo de 1834 en Castelnaudary (Francia). A los tres años, tras la muerte a tierna edad de cuatro hermanos y hermanas, ella misma contrae una fiebre tifoidea. Una amiga sugiere que le den el escapulario del Monte Carmelo, con cuyo hábito de la Virgen se cura. Como acción de gracias la inscriben en la congregación de las Hijas de María, dirigida por su tío, el canónigo de Soubiran. Una hermana pequeña, María, viene pronto a alegrar la infancia de Sofía Teresa. Con motivo de su primera Comunión, el 29 de junio de 1845, Sofía Teresa pide a Jesús la gracia de la vocación religiosa. A los doce años, durante un retiro espiritual, percibe claramente el amor de Dios en su corazón, de tal manera que dos años después obtiene permiso para profesar un voto temporal de virginidad. Aprende además, con dolor, a renunciar a su propia voluntad. Su deseo más ardiente es entrar en el Carmelo, pero el Señor le hace entender interiormente que esa gracia no le será concedida.
Una sobrina muy tímida
En la congregación de las Hijas de María hay un pequeño núcleo de jóvenes deseosas de llevar una vida más retirada y dedicada a la oración. El canónigo de Soubiran piensa entonces en instalar en Castelnaudary, un grupo de mujeres que, sin profesar votos, viven siguiendo un reglamento adaptado. Sofía Teresa percibe lo quimérico del proyecto, pero el tío aconseja a su « muy tímida sobrina », como la llama a veces, que considere esa propuesta y que consulte a otras personas. Se dirige entonces al padre Roucanière, jesuita, que la anima a ver en ello una llamada de la Providencia. Sofía Teresa se siente abrumada y le asalta un verdadero pavor. Sin embargo, una entrevista con monseñor Delbecque, obispo de Gante (Bélgica) y superior de un grupo de mujeres, como el ya mencionado, le devuelve la paz del alma. No obstante, escribirá lo siguiente : « El detalle de las dificultades por llegar se me mostraron tan claramente que quedé helada de espanto. Y, en efecto, veinte años más tarde todo aconteció con la mayor fidelidad y exactitud. De ese modo hay que resaltar que, antes de actuar, Dios casi siempre se digna solicitar y obtener el consentimiento del alma, tratando con respeto lleno de amor la libertad de la obra de sus manos. Una gran paz siguió a esa resolución. Desde entonces jamás tuve ni la más ligera duda ».
En agosto de 1854 Sofía Teresa y una compañera realizan una estancia con el grupo de mujeres de Gante. En el mes de septiembre las dos jóvenes regresan a Francia para fundar otro en Castelnaudary. Los comienzos, llenos de comentarios maliciosos procedentes de los vecinos, resultan difíciles. Pero, muy pronto, Sofía Teresa constata que varias de sus compañeras desean llevar una vida religiosa más formal y las orienta en ese sentido. Así que dos tipos de vida coexisten en ese pequeño recinto : están las casitas individuales, pero también, agrupadas alrededor de la que se ha convertido en madre Teresa, las jóvenes que quieren llevar una vida religiosa más estricta. El 5 de enero de 1855 la madre profesa el voto perpetuo de virginidad.
La subsistencia de las hermanas queda garantizada por el trabajo diario, y la pobreza no es una palabra vana. Los edificios, necesarios para acoger a postulantas y niñas sin domicilio que afluyen, se construyen con la participación activa de la comunidad, que acarrea materiales y excava los cimientos. Sin embargo, en la noche del 5 al 6 de diciembre de 1861 un incendio devasta el edificio que tanto trabajo había costado levantar. Las huérfanas alojadas en la primera planta consiguen subir, con su niñera, al tejado. Pero la ciudad no está equipada para luchar contra el incendio, ¡ y las escalas son demasiado cortas ! Un ex recluso alto y vigoroso se pega al muro y sostiene la escala más grande sobre el pecho. La madre Teresa lanza un escapulario del Monte Carmelo al interior de la casa y las llamas se apartan lo suficiente para permitir el salvamento. No obstante, el desastre provoca una víctima. Después del drama la madre termina la noche rezando con sus hijas espirituales.
Muy pronto el establecimiento se convierte en una congregación centrada en la adoración eucarística bajo el patronazgo de María Auxiliadora. El 8 de septiembre de 1862 la nueva familia religiosa se consagra a la Virgen para que sea su Madre y superiora ; todas las religiosas llevarán su bendito nombre. La vida de pobreza de la comunidad se intensifica. Todas las hermanas trabajan con ardor, y la caridad pública afluye : las desgracias soportadas con tanto coraje han vencido a las prevenciones de la población.
Rayos de amor
La madre María Teresa entra entonces en un período de cuatro años de violentas tentaciones contra la fe, de tal manera que su pan de cada día es la ira y la oscuridad. De vez en cuando un rayo de amor la confirma en su vocación, pero la tentación regresa poco después. En este mundo —enseña el Catecismo de la Iglesia Católica—, « caminamos en la fe y no en la visión (2 Co 5, 7), y conocemos a Dios como en un espejo, de una manera confusa,… imperfecta (1 Co 13,12). Luminosa por aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la oscuridad. La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura ; las experiencias del mal y del sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación » (CEC, núm. 164). Enfrentada intensamente a esa prueba espiritual, la madre María Teresa persevera pacientemente en un camino de oscuridad, persiguiendo el propósito que había abrazado bajo la luz divina.
En 1863, el día del aniversario del incendio, organiza una velada de adoración del Santísimo. Muy pronto, a petición de las hermanas, la adoración nocturna pasa a ser cotidiana. Al término de un retiro espiritual ignaciano de treinta días, la madre comprende claramente que Dios quería “María Auxiliadora” y, para ella, « la obligación de quedarse, de trabajar en su formación y en su crecimiento ». Las orientaciones de la nueva Sociedad son la expiación de los pecados, la imitación de Cristo, la humilde obediencia amorosamente fiel, la pobreza constantemente buscada y la castidad, bajo la mirada de María Auxiliadora. La madre María Teresa constata el éxodo rural de los jóvenes hacia la ciudad, donde empieza a desarrollarse la industrialización. El proyecto apostólico de la congregación de María Auxiliadora será, pues, « apoyar a las jóvenes de entre unos catorce y veinticinco años de edad. Muy especialmente esa parte de la juventud que, carente de familia, reside en las grandes ciudades y frecuenta el taller y las fábricas. Ese objetivo es una necesidad de nuestras sociedades modernas, que centralizan todo reemplazando las familias cristianas por masas de individuos ». Después de nombrar una superiora para dirigir un grupo de mujeres de Castelnaudary, la madre emigra, junto con las que lo desean, hacia Toulouse. El 20 de noviembre se bendice su capilla, y al día siguiente se instaura la adoración del Santísimo.
« Tu misión ha terminado »
Imbuida de la espiritualidad de los Ejercicios de san Ignacio y del espíritu del Carmelo, la madre María Teresa escribe en las reglas de María Auxiliadora : « El espíritu de sencillez y de santa pequeñez debe ser nuestro propio espíritu ; nos impedirá siempre desdeñar como demasiado común y demasiado vulgar cualquiera de las obras que la Providencia se complazca en confiarnos… ». Es su deseo que las hijas de María Auxiliadora ocupen desde el principio el último lugar, tengan predilección por los desamparados y una agilidad infinita a la hora de crear, abandonar, perseverar o renunciar. El 19 de diciembre de 1868 Pío IX aprueba oficialmente la Sociedad. En medio de un ambiente de paz nacen fundaciones en Amiens, Lyon y Londres, a pesar de grandes tribulaciones y grandes privaciones. El alma de la madre se halla entre espesas tinieblas, pero ese doloroso estado no le impide irradiar seguridad y estabilidad de miras ; según reconoce ella misma, « Es el propósito de un gran milagro de la bondad de Nuestro Señor para con la Sociedad, el milagro de conservarlo todo a pesar de mí ».
La fundación de Londres se había realizado a causa de la guerra franco-prusiana de 1870, pero en 1871 las hermanas que habían tenido que huir regresan a Francia. Durante su estancia en Gran Bretaña, una de ellas, la madre María Francisco de Borja, había empezado a adquirir importancia. Esa mujer, que había entrado ya madura en la jovencísima comunidad en 1868, había conseguido esconder su condición de mujer casada. Durante varios años su prodigiosa facilidad de adaptación enmascaró una extrema confianza en ella y un amor desmesurado de la vanagloria. Incapaz de comprender el espíritu de sumisión, llegó a considerar el heroísmo sin brillo y la humildad de la superiora como una laguna que la hacía inadecuada para gobernar. Fascinadas por la fuerte personalidad de la madre María Francisco, las hermanas la eligen asistenta general de la fundadora. La actitud de discreción habitual de esta y su desconfianza hacia sus propios fines la inclinan a apoyarse cada vez más en su asistenta. Más tarde se reprochará no haber tenido suficiente confianza en la Omnipotencia de Dios, así como haberse confiado demasiado en la creatura. En una locución interior el Señor le advierte : « Tu misión ha terminado ; pronto ni siquiera habrá sitio para ti en la Sociedad ; sin embargo, conduciré todas las cosas con tanta fuerza como dulzura ».
La madre María Francisco, que concibe el proyecto de recoger a las huérfanas de guerra y a enseñarles un oficio, consigue ser nombrada ecónoma general. Bajo su impulso, en 1873 todas las casas se llenan de talleres que acogen hasta 150 niñas. La madre María Teresa expone a su asistenta las dificultades experimentadas. Y esta empieza entonces a insuflar hábilmente en la comunidad una duda sobre la fundadora. En un informe sobre el estado de las cuentas llega a afirmar que la Sociedad soporta una deuda considerable. De hecho, hay muchos presupuestos que figuran como « deudas » ; además, habría bastado con suspender algunas construcciones y con cerrar algunos talleres para restablecer la situación económica. Sin embargo, la madre María Francisco acusa en pleno consejo a la fundadora « de orgullo, de ambición, de horrorosa irregularidad que no puede más que atraer sobre la Sociedad la maldición de Dios, y de no saber nada de gobernar ni de administrar ». La amenaza de bancarrota esgrimida por la asistenta surte un efecto decisivo en las hermanas : ¡ hay que destituir a la fundadora ! Monseñor de la Tour d’Auvergne, superior eclesiástico de la Sociedad, también cree en la bancarrota. Así pues, la fundadora dimite. La madre María Francisco es nombrada superiora general el 13 de febrero de 1874, y enseguida decide alejar a la madre María Teresa, quien se va con las Hermanas de San Vicente de Paúl a Clermont-Ferrand.
El peso de las almas
«Para salvar esa pequeña y querida Sociedad —escribirá la fundadora— hice el inmenso sacrificio de no volverla a ver. Sólo Dios sabe hasta qué punto la quería… Mi dolor más agudo era ver a tantas almas que, de alguna manera, me pertenecían, y cuyos votos, según me decían, iban a romperse por mi única falta [si no dimitía]. ¡ Oh !, el peso de las almas es un dolor inigualable a ningún otro y que solamente puede entender quien lo ha sufrido… Junto a ese mar de amargura estaba otro dolor bien sensible : la separación de mi hermana [la madre María Javier, que era religiosa con ella]… Finalmente, una tercera espina era mi tan amada vocación que casi iba a perder para siempre ; mis votos a punto de romperse, sin esperanza alguna de volverlos a encontrar… Abandonada por todos los que amaba, por aquellos en los que había puesto toda mi confianza, fui rechazada sin asilo… obligada a guardar silencio y a dejar que todo recayera sobre mí misma ». En medio de ese profundo sufrimiento, la madre eleva su alma : « No habría querido cambiar mi puesto… Me parecía que, mediante ese sufrimiento, trabajaba más que nada por el bien de la Sociedad, por el alivio de las angustias y de las dificultades que la oprimen ».
La madre María Francisco deja entender a las consejeras que su madre fundadora ha salido espontáneamente del instituto. El 26 de marzo de 1874, la madre María Teresa le escribe : « Estoy a disposición de Nuestro Señor, es decir, en las manos de usted… Espero que la santa obediencia tendrá la última palabra y que estaré tranquila decida lo que ella decida… He tenido que escribir a monseñor de Bourges (monseñor de la Tour d’Auvergne), como lo hice con usted, que si ya no debía regresar a la Sociedad, rogaba a su Excelencia que me relevara de mis votos, que tuviera a bien retirar mi firma de todos los asuntos de la Sociedad… ». La madre María Francisco intenta hacerle aceptar el superiorato de la casa de Londres con la intención de separar después esa casa del instituto. Pero el obispo presiente la maniobra y previene a la fundadora. « Nuestras buenas madres no han querido que regresara —escribirá esta— si no hacía de Londres una casa separada de María Auxiliadora. Era algo inaceptable ». En medio de esa prueba se aferra a la oración : « Sólo me quedaba Dios. Sólo Él era bueno y tierno… y se dignaba verter en mi alma tesoros de fe, de esperanza y de amor que, sin ese torrente de dolores, lo sé, jamás habría probado… En la medida en que dependía de mí, me hice pobre con Jesucristo pobre… y mi alma rebosaba de gozo de no tener más que su Dios ».
Una pequeñísima postulanta
Tras el fracaso de diversas tentativas por entrar en una orden religiosa, la madre María Teresa es aceptada, el 20 de septiembre, en Nuestra Señora de la Caridad del Refugio, en París, donde recibirá el nombre de sor María del Sagrado Corazón. Escribe lo siguiente a la madre María Francisco : « Heme aquí convertida en pequeñísima postulanta. Quiera Él, que con tanto amor se hizo pequeño y pobre, concederme tanto valor como para querer ser también, siguiendo su ejemplo, pequeña y verdaderamente pobre de mí misma ». Se somete con sencillez a todas las pequeñas costumbres propias de una comunidad que todavía no conoce, y anota : « Me mostraré dulce, humilde, agradecida del trabajo agotador que Dios tiene a bien obrar en mí mediante las creaturas que me hieren… en este mundo soy extranjera y voy a partir ». Unas religiosas darán testimonio de que « cuando hablaba de Dios su rostro se encendía, sus ojos se iluminaban, y una vida intensa parecía apresarla, lo que contrastaba mucho con su aspecto habitualmente enfermizo ».
En la Sociedad que ella fundó las novicias ni siquiera oyen ya hablar de ella. Pero el gobierno de la madre María Francisco da un giro despótico : actividades incesantes que dificultan el recogimiento y la vida interior, y expulsión de unas treinta religiosas (sin considerar la opinión del consejo). Se abandona la espiritualidad de san Ignacio por la de san Francisco, y luego por la de santo Domingo ; finalmente, no se vive del espíritu de ninguno de ellos. Las casas se fundan y se cierran con una cadencia elevada, de tal modo que, en quince años, la Sociedad conoce once traslados de noviciado y siete cambios de maestra de novicias. Consciente del daño, la autoridad eclesiástica no osa zanjar el asunto, para evitar asestar un golpe fatal a la Sociedad. Sin embargo, los sufrimientos de las religiosas no atraviesan los muros, y el espíritu religioso más puro se mantiene gracias a esas inmolaciones silenciosas, fruto de las de la ignorada fundadora. La madre María Javier obtiene permiso para ir a visitarla cada año, aunque con la prohibición absoluta de hablar de la Sociedad. Pero el 3 de enero de 1881, ella misma, súbitamente expulsada, solicita ser admitida en Nuestra Señora de la Caridad. El golpe es duro para la fundadora.
El 7 de octubre de 1888 la madre María Teresa entra en la enfermería, donde se apaga la víspera de Pentecostés, el 7 de junio de 1889, con estas palabras en sus labios : « ¡ Ven, Señor Jesús, ven ! ». Sus escritos íntimos terminan así : « Debo afirmar como verdades muy ciertas : que nadie ha querido realmente hacerme daño… que todo se ha hecho porque Dios lo ha querido o permitido con propósitos de misericordia y de amor por mi alma ; que con gracia particular, a pesar de mi orgullo y con razón, jamás puse en duda que, desde todos los puntos de vista, era muy ventajoso para María Auxiliadora deshacerse de mí. Solamente mi naturaleza consideró que esos medios eran violentos, especialmente porque me presté a todo, según creo ; pero de nuevo esos medios eran necesarios para mi alma y me han procurado enormes bienes espirituales ».
Una veneración finalmente posible
El gobierno de la madre María Francisco se desmorona tras la muerte de María Teresa de Soubiran ; el 13 de febrero de 1890 la usurpadora presenta bruscamente su dimisión y abandona el instituto. Dos consejeras que ponían orden en los papeles de la ex superiora exhuman la correspondencia mantenida con su fundadora. La verdad sale entonces a la luz. La fundadora es rehabilitada en la comunidad y las hermanas antiguas pueden transmitir abiertamente a las más jóvenes su veneración por su verdadera madre. El 20 de octubre de 1946 la madre María Teresa de Soubiran era proclamada beata por Pío XII. En 2017 su congregación contaba con ciento sesenta hermanas repartidas en veintitrés casas, en Europa, África, Asia y Oceanía.
La historia de la madre María Teresa es desconcertante. Es la fundadora, pero es injustamente acusada y luego obligada a abandonar su instituto para acabar sus días, sin ningún recurso, en otra congregación religiosa, mientras una intrigante ocupa su lugar y pone en peligro su instituto. Solamente una mirada de fe hacia la Providencia puede intentar explicarlo. Dios gobierna el mundo de manera soberana, y, aunque respetando la libertad concedida a sus creaturas inteligentes, su Omnipotencia actúa de tal manera que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman (Rm 8, 28). « Dios creó el mundo y únicamente lo altera para hacer santos » —afirmaba la madre de Soubiran. A través de sus duras pruebas, en un despojo universal tan doloroso, ella encontró su pureza infantil. Al final de su vida llegó a escribir : « Dios me reconduce a mi alma de quince años, quiero decir al amor simple y tierno que tenía a esa edad. Como un bebé, vivo tranquilamente en el seno de mi Dios y gozo de mi bienestar. Siento por Él la confianza del niño en brazos de la más tierna de las madres. En Él y por Él no dudo de nada. Espero todo de Él para mí y para aquellos a quienes amo, en este tiempo y por la eternidad » (Escritos espirituales, p. 63).
La Verdad enseñaba dos cosas a la madre María Teresa —afirmaba el Papa Pío XII : « La primera es el secreto del desapego total que la libera de los recelos del corazón, del orgullo de la inteligencia, que le muestra el vacío y la inestabilidad de las cosas creadas… La segunda, que recoge de los propios labios del divino Maestro : si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo ; pero si muere, da mucho fruto (Jn 12, 24-25)… Se nos concede hoy admirar la poderosa eficacia de esas dos verdades. Con tantos trastornos, ¡ qué maravillosa santidad ha realizado Dios en ella ! De su menoscabo, de su enterramiento en el más profundo abismo de la humillación, ¡ qué admirable cosecha ha germinado ! ¡ Y qué camino amplio y espacioso ha abierto el amor bajo sus pasos ! ».
¡ Que la beata María Teresa de Soubiran nos conceda la gracia de seguir sus ejemplos de humildad !
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