16 de Septiembre de 2015
Beato Guillermo José Chaminade
Muy estimados Amigos:
El 3 de septiembre del año 2000, san Juan Pablo II beatificaba a Guillermo Chaminade ; en su homilía, el Papa precisaba : « La beatificación, durante el Año jubilar, de Guillermo José Chaminade, fundador de los marianistas, recuerda a los fieles que deben inventar sin cesar modos nuevos ; de ser testigos de la fe, sobre todo para llegar a quienes se hallan alejados de la Iglesia y carecen de los medios habituales para conocer a Cristo ». El beato estaba ya preocupado, en efecto, por la evangelización de los “periféricos” a la que nos invita el Papa Francisco.
Guillermo Chaminade es el decimotercer hijo de unos padres que viven con modesto bienestar (el padre es vidriero y pañero) y que nace en 1761 en Périgueux (Francia). En cuanto tiene edad para ello, acompaña a su madre a la vecina catedral, donde reza con fervor. A los diez años, en el momento de recibir el sacramento de la Confirmación, decide añadir a su nombre de Bautismo el de José, el hombre que, después de Jesús, es el más cercano a María. Guillermo José se marcha a estudiar al colegio Saint-Charles de Mussidan, donde sus dos hermanos, ya sacerdotes, tienen responsabilidades. Por aquella época, se lastima gravemente el pie. Tras dos meses de tratamiento ineficaz, promete, si se cura, ir de peregrinación a Nuestra Señora de Verdelais, un santuario próximo a Burdeos. Muy pronto, Guillermo José se encuentra suficientemente curado para realizar a pie ese trayecto de 80 km (en la actualidad, el santuario de Verdelais está atendido por los marianistas, sus hijos espirituales). Después de su formación escolar, Guillermo José pasa dos años en Burdeos. En búsqueda de su vocación, visita una docena de monasterios, pero en ninguno de ellos encuentra el recogimiento deseado ; en esa época, son numerosos los religiosos relajados y contaminados por el espíritu escéptico del siglo de la Ilustración. Así pues, se dirige a París al seminario de Saint-Sulpice. Ordenado sacerdote en 1785, y ya doctor en teología, regresa con gozo al colegio Saint-Charles dirigido por sus dos hermanos Juan Bautista y Luis, donde ocupa un lugar de privilegio la devoción por la Santísima Virgen María, honrada especialmente bajo la advocación de Inmaculada Concepción.
« ¡ Corran, rápido ! »
En agosto de 1790, en París, la Asamblea Nacional vota la constitución civil del clero, que aboca al cisma a la Iglesia de Francia. Al año siguiente, Luis y Guillermo Chaminade rechazan prestar juramento de fidelidad a dicha constitución civil, como exige una ley (el otro hermano, Juan Bautista, había muerto de enfermedad en enero de 1790). Confiscado y laicizado, el colegio de Mussidan se vacía rápidamente de efectivos. Entonces, Guillermo se dirige a Burdeos para seguir un apostolado discreto de sacerdote no juramentado, es decir, refractario al juramento cismático. Allí adquiere una propiedad en la periferia de la ciudad, denominada Saint-Laurent. En 1792, los sacerdotes no juramentados son desterrados de Francia, pero Guillermo prosigue con su actividad, aun a riesgo de ser arrestado y condenado a muerte ; en pleno período del Terror (1793-1794), se desplaza por la ciudad camuflado bajo un traje y con pertrechos de estañador o de calderero. Celebra la Misa en secreto, en casas particulares. Un día es interpelado por patriotas armados : « ¡ Ciudadano ! ¿ Has visto al tragasantos Chaminade por aquí ? Lo han denunciado. ¡ No debe estar lejos ! –En efecto –responde con cara de placidez–, ¡ corran, corran rápido para atraparlo ! ».
En 1795, tras la caída de Robespierre, una tregua en la persecución permite a los sacerdotes fieles salir de la clandestinidad. Guillermo José abre un oratorio en la calle Sainte-Eulalie, donde tiene el encargo, en calidad de penitenciario de las diócesis de Burdeos y Bazas, de recibir y absolver a los sacerdotes juramentados arrepentidos. En dos años reconciliará a unos cincuenta. Pero enseguida, cuando el gobierno del Directorio pone de nuevo en vigor las leyes contra los sacerdotes refractarios, el padre Chaminade recupera su ministerio clandestino. El 18 de fructidor del año V (septiembre de 1797), en París, un golpe de estado da el poder a los revolucionarios más intransigentes. Guillermo José emigra a España, a Zaragoza, donde se entera del proyecto de un antiguo alumno de Saint-Charles, Bernard Daries, refugiado en Toledo, un laico que acaricia la idea de fundar, con el nombre de “Sociedad de María”, una congregación dedicada a dar a conocer y a amar a la Virgen, a fin de reconquistar para Cristo, por medio de su Madre, a tantas almas que lo han abandonado. A los que se adhieran se les pedirá consagrarse a María Inmaculada. El proyecto de Bernard Daries (que morirá en 1799) interesa mucho al padre Chaminade. Ante el altar de la Virgen del Pilar, en Zaragoza, promete a María hacer todo lo necesario para inaugurar esa obra.
En noviembre, Bonaparte toma el poder e instaura una política de apaciguamiento en el plano religioso. Muy pronto, un decreto consular permite a los sacerdotes exiliados regresar a Francia, por lo que Chaminade retorna a Burdeos, alquilando una casa y abriendo una capilla, que acondiciona sobriamente en la habitación más grande. El 8 de diciembre de 1800, funda con varios hombres, sacerdotes y laicos, la congregación de Nuestra Señora, asociación cuyos miembros prometen honrar a la Virgen bajo la advocación de Inmaculada Concepción. Con motivo de la firma de un concordato entre Napoleón y el Papa Pío VII (diciembre de 1801), la congregación cuenta ya con un centenar de miembros, por lo que se trasladan para instalarse en locales más amplios, aunque con discreción, para no despertar las sospechas de la policía.
En esos tiempos difíciles, en que está por reconstruir en Francia toda la vida religiosa, el padre Chaminade pretende unir en una única congregación a todas las clases sociales, para aumentar así su eficacia apostólica. En su seno se distinguirán grupos homogéneos : los jóvenes, las jóvenes, los hombres de edad madura o los diferentes gremios. Se instauran responsables, encargándose unos del canto sacro, otros de la sacristía, de los asuntos materiales, etc. En marzo de 1801, se constituye la rama femenina de la congregación, en torno a María Teresa de Lamourous, una soltera. La dedicación que se exige a los congregantes es un “contrato” entre el fiel y la Virgen María. El cristiano se compromete a rendir a María el culto debido, según las modalidades prescritas por los reglamentos de la congregación. Deberá rezar el Oficio parvo de la Inmaculada Concepción y se esforzará en honrar a Nuestra Señora en todos los actos de la vida. A cambio sabe que la Virgen le garantizará su intercesión maternal en toda circunstancia. Es un reconocimiento solemne de la maternidad de María en cada cristiano. Sin embargo, Guillermo Chaminade nunca separa a María de Jesús, pues la Madre de Dios nos conduce a su divino Hijo.
« Alcanzar las periferias »
Desde su regreso a Francia, el padre Chaminade había solicitado y obtenido del Papa el título de Misionero apostólico. Siempre se considerará como un apóstol encargado de ganar para Cristo a los hombres más alejados de Él. Los jóvenes sin formación cristiana pueden seguir, en calidad de “pretendientes”, una especie de catecumenado que les prepara a la confesión y a la comunión, pudiendo ser después congregantes.
Al igual que hizo en su tiempo el beato Chaminade, el Papa Francisco ha evocado a menudo la urgencia que tiene la Iglesia de anunciar el Evangelio en las “periferias”, es decir, en los medios sociales más alejados. En la Exhortación apostólica Evangelii gaudium del 24 de noviembre de 2013, escribe : « La evangelización obedece al mandato misionero de Jesús : Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que os he mandado (Mt 28,19-20)… Cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor le pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado : salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio… Cada Iglesia particular, porción de la Iglesia Católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera… Su alegría de comunicar a Jesucristo se expresa tanto en su preocupación por anunciarlo en otros lugares más necesitados como en una salida constante hacia las periferias de su propio territorio o hacia los nuevos ámbitos socioculturales. Procura estar siempre allí donde hace más falta la luz y la vida del Resucitado » (núm. 19, 20 y 30).
Regulada por la fe
El nuevo arzobispo de Burdeos, Monseñor d’Aviau, se felicita de encontrar ya próspera la obra de la congregación de Nuestra Señora, a la que confía la capilla de la Magdalena, en el corazón de la ciudad. El fundador habita allí ; a sus cuarenta y tres años (en 1804) es considerado ya por todos como un santo. Es afable, sencillo, de elocución algo confusa aunque portadora de una rica doctrina, siendo un ejemplo de hombre entregado por completo a las cosas de Dios. Todo lo relaciona con las enseñanzas de la fe, su virtud predilecta : pensamientos, resoluciones, consejos y acciones ; la vida debe estar regulada por entero por la fe, según la frase de san Pablo : El justo vivirá de la fe (Rm 1, 17).
Los años que van de 1806 a 1809 son fecundos : el padre Chaminade tutela el retorno a Burdeos de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, a los cuales dirige muchas vocaciones. Son numerosas las jóvenes congregantes que abrazan la vida religiosa. Sin embargo, no faltan las tribulaciones : fallecimiento prematuro del hermano de Guillermo José, Luis Javier, problemas de salud del propio fundador, dificultades materiales derivadas de la guerra europea emprendida por Napoleón, consecuencias del conflicto entre el emperador y el Papa… En noviembre de 1809 tiene lugar un registro policial en casa del fundador, acusado falsamente de “complot realista”. A pesar de ser prohibida el 24 de noviembre, la congregación prosigue sus actividades con la mayor de las discreciones. Un grupo de chicas jóvenes de la congregación se comprometen mediante votos privados y llevan un hábito religioso bajo su ropa civil. En 1814, la derrota y abdicación de Napoleón devuelven la libertad a la congregación, pero su fundador será arrestado y encarcelado en 1815 durante los Cien Días, retorno efímero de Napoleón al poder.
La sal de la tierra
Tras su liberación, uno de los primeros propósitos del padre Chaminade es fundar en Agen, en 1816, un convento que, desde 1809, habían deseado ardientemente un grupo de chicas reunidas por Adela de Trenquelléon. Las postulantes no profesan votos religiosos, por lo que no son consideradas religiosas, ni obligadas a llevar hábito religioso. El obispo de Agen, que desea utilizarlas para apostolados exteriores, está satisfecho de ese compromiso ; el padre Chaminade, sin embargo, está convencido del valor irreemplazable del estado religioso en la Iglesia y de la necesidad de los votos públicos, que ponen de manifiesto la consagración total a Dios. « La vida religiosa —explica— es para el cristianismo lo que el cristianismo es para la humanidad. Sin los religiosos, el Evangelio no tendría en ninguna parte aplicación completa en la sociedad humana ». En 1817, consigue convencer al obispo, quien autoriza entonces a las “Hijas de María” a profesar los votos, con toda discreción.
En la Exhortación apostólica Vita consecrata, san Juan Pablo II escribía : « Más allá de las valoraciones superficiales de funcionalidad, la vida consagrada es importante precisamente por su sobreabundancia de gratuidad y de amor, tanto más en un mundo que corre el riesgo de verse asfixiado en la confusión de lo efímero. Sin este signo concreto, la caridad que anima a la Iglesia correría el riesgo de enfriarse, la paradoja salvífica del Evangelio de perder en penetración, la « sal » de la fe de disolverse en un mundo de secularización. La vida de la Iglesia y la sociedad misma tienen necesidad de personas capaces de entregarse totalmente a Dios y a los otros por amor de Dios. “¿ Qué sería del mundo si no fuese por los religiosos ?” (Santa Teresa de Jesús, Libro de su vida, cap. 32) » (Vita consecrata, 25 de marzo de 1996, núm. 105).
En 1817, un congregante de veintiún años, Juan Bautista Lalanne, le confía al fundador su intención de hacerse religioso, a lo que el padre Chaminade consiente con prudencia : « Creemos, pues, una asociación religiosa mediante los tres votos religiosos, pero sin nombre, sin hábito distintivo y sin existencia civil. Y pongamos todo bajo la protección de María Inmaculada, para quien su divino Hijo reservó la última victoria sobre el infierno ». El 2 de octubre de 1817, cinco jóvenes profesan entre sus manos votos temporales. Ese mismo día nace la “Sociedad de María” ; se la denomina todavía “la Pequeña Sociedad”. Los nuevos religiosos se instalan en una casa contigua a la capilla de la Magdalena.
Entre las obras procedentes en esa época de la congregación bordelesa hay que citar, a partir de 1820, la de los “Buenos Libros”. Se trataba de responder a la invasión de libelos antirreligiosos y licenciosos, característica de la época, mediante la amplísima difusión, en préstamo y por medio de bibliotecas ambulantes, de los libros católicos. Durante el año 1826, se difundirán de ese modo 800.000 obras. Los congregantes también se hacen cargo de visitar a los prisioneros ; se encargan igualmente de los pequeños deshollinadores de la región de Auvernia, asegurando a esos niños explotados y amenazados en su virtud los auxilios espirituales y materiales necesarios. La congregación, que se esparce como mancha de aceite desde Burdeos, se adapta con flexibilidad a todas las misiones evangelizadoras y educativas.
Como la Cruz
Las críticas contra la obra del padre Chaminade no faltan. Hay quienes se asombran de esa orden religiosa, donde se hallan en pie de igualdad sacerdotes y laicos. Para ello, el fundador se dota de la Regla de san Benito, que no otorga a los sacerdotes especial prelación sobre los demás monjes. En octubre de 1821, se abre en Saint-Laurent, con gran pobreza material, el primer noviciado de la Sociedad de María, destinado a los obreros y a los campesinos. Dos nuevos noviciados se abrirán muy pronto en Burdeos : uno para los estudiantes y otro para las religiosas ; el padre Chaminade transmite a los novicios su entusiasmo misionero e insiste en las disposiciones interiores que resultan indispensables para los postulantes. Aunque éstos pueden tener grandes defectos, lo esencial es « formar la voluntad mediante la fe y la caridad… Un religioso que no es espiritual es una quimera y un fantasma ». Insiste en la renuncia de sí mismo : « El estado religioso es una cruz que se asemeja a la cruz de Jesucristo, formada también por dos piezas tan duras como la madera : por la penitencia, objeto de los votos de pobreza y de castidad, y por la obediencia, objeto del tercer voto ».
El fundador ha comprendido que la educación de la juventud es una prioridad, por lo que abre escuelas gratuitas para los chicos y para las chicas. El éxito es inmediato, y la demanda muy grande. La mayoría de los maestros de las escuelas de chicos son hermanos no sacerdotes. A partir de 1821, la Sociedad se propaga por el este de Francia, en Saint-Rémy, en la región del Franco Condado. Allí, los religiosos reciben a maestros laicos del campo para realizar retiros espirituales de quince días ; muy pronto se abre un colegio de secundaria y una escuela normal de maestros, y luego escuelas profesionales. El compromiso de los hermanos y de las religiosas en la enseñanza, entonces monopolio del Estado, lleva al fundador a solicitar la aprobación legal para sus institutos. Ningún instituto religioso, más allá de algunas pequeñas sociedades de hermanos maestros, ha recibido autorización desde la Revolución. En el contexto más favorable de la Restauración, el fundador consigue dicha autorización en 1825. A través de sus diversas obras, el instituto no tendrá otra finalidad que « enseñar a todos los hombres la ciencia de la Salvación ». El reconocimiento legal de las Hijas de María acontece dos meses después.
En un tiempo en que los medios hostiles al cristianismo sueñan con formar a una juventud sin Dios, el padre Chaminade se esfuerza por crear en todas partes escuelas normales de maestros, ya que, para él, la formación de buenos docentes cristianos es una prioridad absoluta.
El Catecismo de la Iglesia Católica de 1992 reafirmó el derecho natural de los padres a elegir la escuela de sus hijos : « Los padres, como primeros responsables de la educación de sus hijos, tienen el derecho de elegir para ellos una escuela que corresponda a sus propias convicciones. Este derecho es fundamental. En cuanto sea posible, los padres tienen el deber de elegir las escuelas que mejor les ayuden en su tarea de educadores cristianos. Los poderes públicos tienen el deber de garantizar este derecho de los padres y de asegurar las condiciones reales de su ejercicio » (CEC 2229).
Julio de 1830. En París, una insurrección acaba de derrocar al rey Carlos X ; es una revolución política acompañada de violencias anticlericales. Guillermo José Chaminade aguarda con calma los acontecimientos : « No tengo otra política que la de recurrir cada día a la Virgen ». En febrero de 1831, los insurrectos intentan derribar las puertas de la casa de la Magdalena con barras de hierro ; otra banda lanza piedras contra el noviciado de Saint-Laurent ; al sentirse amenazado, el fundador de los marianistas debe recuperar la indumentaria civil como en 1793 y refugiarse en Agen, donde permanecerá cinco años. Traslada los noviciados de sus dos institutos a esa ciudad, menos agitada que Burdeos.
En nombre de la laicidad de la enseñanza, el régimen de Luis Felipe retira las subvenciones concedidas a las escuelas normales católicas, por lo que, a partir de ese momento, éstas se ven amenazadas en su propia existencia. Más graves todavía resultan ser las dificultades internas que sobrevienen en la Sociedad de María. Acusan al padre Chaminade de incompetencia y de imprudencia en la gestión económica. Las constituciones que ha elaborado para la Sociedad son rechazadas por algunos de sus primeros colaboradores, en especial por el padre Lalanne, superior de Saint-Rémy en la Alta Saona, un hombre inteligente pero individualista y enredador. Algunos miembros de la Sociedad abandonan los votos. El arzobispo de Burdeos y el obispo de Agen son poco favorables al fundador ; este último le prohíbe incluso, en 1832, el acceso a la casa de sus religiosas.
Un rechazo doloroso
A partir de 1834, gracias a la paz recuperada, el padre Chaminade reemprende la redacción de las Constituciones de la Sociedad de María. En 1839, recibe del Papa un “decreto de alabanza” de los dos institutos, masculino y femenino. Ya octogenario, piensa en la sucesión a la cabeza de la Sociedad, pero las largas intrigas de un joven y ambicioso religioso ponen a los tres asistentes contra el fundador. Un informe enviado a la Santa Sede desemboca, en 1845, en la exclusión de éste, y su sucesor le prohíbe cualquier actividad en el seno del instituto. Los últimos años de Guillermo José Chaminade vienen marcados por el sentimiento doloroso de haber sido excluido de la Sociedad que había fundado. El 6 de enero de 1850, un ataque de apoplejía le priva del habla. Mediante gestos, durante los días siguientes, expresa su perdón por las ofensas recibidas, así como su obediencia a su superior. El 22 de enero, con el crucifijo en la mano, Guillermo José alcanza en el Cielo al Dios a quien nunca nada negó. Veinte años más tarde, los religiosos de la Sociedad de María, que enseguida serán llamados “marianistas”, serán ya más de un millar, esparcidos por los cuatro continentes. No debe confundirse a los marianistas con los maristas, miembros de un instituto fundado en 1816 por el padre Jean-Claude Colin.
Al beatificar a Guillermo José Chaminade, san Juan Pablo II resumió así su mensaje : « Guillermo José Chaminade invita a cada cristiano a arraigarse en su bautismo, que lo conforma al Señor Jesús y le comunica el Espíritu Santo… Su devoción filial a María le ayudó a mantener la paz interior en todas las circunstancias y a cumplir la voluntad de Cristo. Su solicitud por la educación humana, moral y religiosa es una invitación a toda la Iglesia a prestar una atención renovada a la juventud, que necesita a la vez educadores y testigos para volverse al Señor y participar en la misión de la Iglesia ».
El padre Chaminade gustaba de decir : « ¡ Qué poderoso medio para alcanzar la semejanza con Jesucristo que tener como Madre a la propia Madre de Jesucristo ! ». Siguiéndole a él, consagrémonos sin reserva a María, para que nos consiga la gracia de hacer todo lo que su Hijo nos inspire.
>