2 de Febrero de 2016
Beata Eurosia Fabris Barban
Muy estimados Amigos:
«No puedo dejar de destacar la importancia del testimonio dado por las familias cristianas —decía el Papa Francisco, en Corea, el 16 de agosto de 2014—. En una época de crisis de la vida familiar, como todos sabemos, nuestras comunidades cristianas están llamadas a ayudar a los esposos cristianos y a las familias a cumplir su misión en la vida de la Iglesia y de la sociedad ». Eurosia Fabris Barban, madre de familia, fue beatificada el 6 de noviembre de 2005 por Benedicto XVI. El venerable Pío XII decía ya de ella : « Hay que dar a conocer esa hermosa alma, pues es un ejemplo para las familias de hoy ».
Eurosia Fabris Barban nace en 1866 en el seno de una familia de agricultores italianos. Luigi y Maria Fabris, sus padres, viven en el municipio de Quinto Vicentino, en el Véneto. La pequeña es bautizada nada más nacer y recibe el nombre de una virgen mártir del siglo ix, santa Eurosia, princesa de Bohemia hecha prisionera por los sarracenos y muerta por su fe.
Apasionada por el Evangelio
En 1870, la familia se traslada a Marola, al municipio de Torri di Quartesolo, donde Eurosia permanecerá toda la vida. Ocupada en las labores agrícolas y domésticas, solamente frecuentará la escuela primaria entre 1872 y 1874. Esos dos años de escolaridad le permitirán aprender a leer y a escribir. Se inicia en la lectura de la Sagrada Escritura, en el catecismo y en la historia sagrada ; lee la Introducción a la vida devota de san Francisco de Sales y las Máximas eternas de san Alfonso de Ligorio. Su madre le enseña su futuro oficio de modista. A partir de su primera Comunión, a la edad de doce años, comulga en cada festividad. Se inscribe en la asociación de las Hijas de María de su parroquia, aplicándose a cumplir sus estatutos. Su devoción mariana se incrementa con la influencia del santuario vecino de la Madona de Monte Berico, donde se había aparecido la Virgen en el siglo xv librando a la región de una epidemia de peste. Eurosia reza allí a María para que la enfermedad espiritual mortal del indiferentismo y de la impiedad se aparte de su país. Su devoción se inclina igualmente por el Espíritu Santo, el Belén de Navidad, el Crucifijo y las almas del Purgatorio. Siente pasión por el Evangelio y por el catecismo que enseña, desde la edad de quince años, a los niños de la parroquia ; más tarde, hará lo mismo con respecto a las jóvenes que frecuentarán su taller de costura. Posee una manera muy personal de hacer que esa enseñanza resulte apasionante para el joven auditorio, sembrando la exposición doctrinal de anécdotas y de instrucciones morales y prácticas. Pero los niños perciben, ante todo, la gran caridad que la anima : se sienten amados y entienden lo que significa amar a Dios. Eurosia encuentra el manantial de ese gran amor en la oración. Desde su más tierna infancia, reza y medita con frecuencia.
A los dieciocho años, se ha convertido en una joven seria, devota y trabajadora. A pesar de la pobreza del hogar, ella vela por la limpieza y el orden. Sus virtudes y encanto no pasan desapercibidos, pues recibe varias peticiones de matrimonio, que ella declina. En 1885, una joven vecina, la señora Barban, muere dejando tres niñas de corta edad, la mayor de las cuales fallece también poco después. Las otras dos tienen respectivamente veinte y cuatro meses. Un tío y el abuelo, enfermo crónico, viven con el padre de las dos huérfanas. Son hombres de fuerte carácter, que discuten a menudo. Durante seis meses, cada mañana, Eurosia acude a encargarse de esas niñas y realiza las tareas de la casa. Carlos Barban, el viudo, no tarda en pedirla en matrimonio. Tras haber rezado mucho tiempo para conocer la voluntad del Señor, y perfectamente consciente de las dificultades venideras, sigue el consejo de sus padres y del párroco, aceptando casarse con Carlos. El matrimonio, que considera como una misión de Dios, se celebra el 5 de mayo de 1886 ; será bendecido por el nacimiento de nueve hijos, sin contar con las dos pequeñas huérfanas y tres adopciones.
Unidos por el sacramento del matrimonio, los esposos Barban caminan juntos hacia la santidad asumiendo el cuidado de sus numerosos hijos. ¿ Dónde hallar recursos para educarlos ? Si bien es verdad que Carlos posee tierras fértiles, también ha heredado pesadas deudas. Eurosia le anima a mantener la confianza : « Dios nos envía a los hijos como un tesoro. Tengamos confianza en Él, pues no permitirá que nos falte lo necesario ».
Confianza y responsabilidad
Si bien se requiere confianza en Dios para educar a una familia numerosa, ésta no dispensa a los esposos de practicar una procreación responsable. Para determinar el número de hijos, los esposos deberán discernir « las circunstancias de los tiempos y el estado de vida tanto materiales como espirituales, y, finalmente, teniendo en cuenta el bien de la comunidad familiar, de la sociedad temporal y de la propia Iglesia. Este juicio, en último término, deben formarlo ante Dios los esposos personalmente » (Vaticano II, Gaudium et spes, n. 50). En la encíclica Humanæ vitæ, el beato Pablo VI precisa : « En relación con las condiciones físicas, económicas, psicológicas y sociales, la paternidad responsable se pone en práctica ya sea con la deliberación ponderada y generosa de tener una familia numerosa ya sea con la decisión, tomada por graves motivos y en el respeto de la ley moral, de evitar un nuevo nacimiento durante algún tiempo o por tiempo indefinido » (25 de julio de 1968, n. 10).
Según esta última perspectiva, los esposos pueden recurrir a los métodos naturales de regulación de la natalidad, que, aplicados correctamente, son en la actualidad muy fiables. Pero la Iglesia siempre ha enseñado la perfidia intrínseca de la anticoncepción, mediante la cual los actos conyugales resultan intencionadamente infecundos. Esa enseñanza es definitiva e irreformable. La anticoncepción se opone gravemente a la castidad matrimonial, es contraria al bien de la transmisión de la vida (aspecto procreador del matrimonio) y lesiona el don recíproco de los cónyuges (aspecto unitivo del matrimonio). Además, lastima el verdadero amor y niega el papel soberano de Dios en la transmisión de la vida humana (cf. Humanæ vitæ, n. 14). El empleo de medios con efecto abortivo comporta una perfidia moral aún más grave, porque conllevan la muerte del embrión.
Mamma Rosa, como llaman a partir de entonces a Eurosia, cumple con sus obligaciones conyugales con la mayor fidelidad, y vive en profunda armonía con su marido, de quien se convierte en consejera y consuelo. Educa a los hijos en la oración, la obediencia, el temor de Dios, el sacrificio y el amor al trabajo. Desea que cada uno descubra y siga el plan que Dios ha trazado para él. « Los hijos que Dios nos ha dado son suyos antes que nuestros —acostumbra a decir—. Y si los quiere para Él, debemos estar agradecidos e incluso contentos, pues al hacerlo nos concede un gran honor. Ello supone trabajo suplementario, pero Dios nos ayudará ». De hecho, la Virgen le revela que sus tres hijos mayores llegarán a ser sacerdotes ; pero que Dios tiene otros designios para los otros tres. Ella responde : « Querida Madona, ¡ estoy tan contenta ! Os doy las gracias de todo corazón por esos tres elegidos, porque no merezco tal gracia ni tales privilegios. Pero desde ahora os ofrezco y consagro a todos mis hijos ». Conforme a la predicción de la Virgen, José, el primogénito, y Alberto, el segundo, serán ordenados sacerdotes en 1918 y 1921 ; Mateo Ángel, el tercero, ingresará en los franciscanos con el nombre de fray Bernardino, y será el primer biógrafo de su madre. Otros tres varones morirán prematuramente. Dos de los hijos adoptivos y una hija se casarán. Una de las hijas adoptivas, Clara, se hará religiosa con el nombre de sor Teofania. El último de los hijos adoptivos se convertirá en fray Jorge con los franciscanos.
Más amada
Eurosia gestiona la economía familiar teniendo en cuenta la caridad para con los pobres, con quienes comparte de buen grado su mesa. Ofrece a los enfermos una asistencia constante y prolongada, llena de amor y de cuidados. Su vida se desarrolla principalmente entre los muros de la casa, en la pobreza : « Deseo ser una pobre y estoy contenta por ello —afirma—, porque de ese modo me siento más amada por el Señor. Si fuera rica, casi temería que el Señor no me amara tanto y que me pidiera menos… ¡ Es preferible ser pobre que ser rica !… No son las riquezas lo que alegra el corazón, sino el hecho de cumplir la voluntad de Dios ». Tras ingresar en la Tercera Orden franciscana, obtiene la fuerza de responder a las necesidades de los menesterosos con una vida de oración intensa y, especialmente, asistiendo diariamente a Misa. Aprovecha todas las ocasiones para hacer el bien, y comparte los productos de la huerta y del gallinero con los desdichados, los peregrinos y los viajeros de paso… « El Señor provee mucho más de nuestras necesidades cuando hacemos caridad por amor a Él —dice—. Si damos alguna cosa a los pobres, es como si la ofreciéramos a Jesús en persona. Me emociona tanto ese pensamiento que, si fuera posible, me daría a mí misma ». Después del estallido de la Primera Guerra Mundial, las viudas no faltan y se hallan a menudo en estado de gran miseria, con varios hijos a su cargo. Eurosia socorre lo mejor que puede a todos los que la rodean, con bondad sonriente, manifestación de su alegría interior de cumplir la voluntad de Dios, a pesar de las dificultades y tribulaciones.
En su mensaje con motivo de la Cuaresma de 2012, el Papa Benedicto XVI exhortaba a los cristianos a fijar su mirada « en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria : la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la “esfera privada”… La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos : físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es bueno y hace el bien (Sal 119, 68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien ; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de “anestesia espiritual” que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás.
¿ Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano ? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás… En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía : El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos (Pr 29, 7). Se comprende así la bienaventuranza de los que lloran (Mt 5, 5), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza » (3 de noviembre de 2011).
Tacto y diplomacia
Eurosia dirige un pequeño taller de costura que emplea a unas diez o quince aprendices. Les da gratuitamente una formación profesional y las prepara cristianamente para su futuro papel de madres de familia. No acepta confeccionar ropa inmodesta. Le encargan especialmente vestidos de novia, logrando convencer frecuentemente a la clientela, con tacto y diplomacia, para que elijan un modelo elegante a la vez que modesto.
En los momentos de silencio, Eurosia se entrega a la oración, y especialmente al rezo del Rosario diario. Una tarde en que sale para ocuparse de un recién nacido en casa de una vecina, aparece entonces el padre de la pequeña, que, viendo el rosario en las manos de Eurosia, se pone a gritar : « Tira esas cuentas… ¿ qué piensas conseguir con ellas ? ». Y ella responde serenamente : « Esta es el arma más poderosa para conseguir gracias. Si quiere conseguir un favor de alguien, es preciso pedirlo amablemente, con súplica si es necesario, y entonces lo conseguirá. Lo mismo debemos hacer con Nuestro Señor y Nuestra Señora ». El hombre reflexiona, se tranquiliza y responde finalmente : « Sí, tiene razón ».
« El Rosario de la Virgen María es una oración apreciada por numerosos Santos y fomentada por el Magisterio —escribía san Juan Pablo II—. En su sencillez y profundidad, sigue siendo también en este tercer Milenio apenas iniciado una oración de gran significado, destinada a producir frutos de santidad. Se encuadra bien en el camino espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada de la novedad de los orígenes, y se siente empujado por el Espíritu de Dios a remar mar adentro, para anunciar, más aún, “proclamar” a Cristo al mundo como Señor y Salvador, el Camino, la Verdad y la Vida (Jn 14, 6), el fin de la historia humana, el punto en el que convergen los deseos de la historia y de la civilización. El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología… Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor… Además de oración por la paz, el Rosario es también, desde siempre, una oración de la familia y por la familia. Antes esta oración era apreciada particularmente por las familias cristianas, y ciertamente favorecía su comunión. Conviene no descuidar esta preciosa herencia… La familia que reza unida, permanece unida… Muchos problemas de las familias contemporáneas, especialmente en las sociedades económicamente más desarrolladas, derivan de una creciente dificultad para comunicarse. No se consigue estar juntos y a veces los raros momentos de reunión quedan absorbidos por las imágenes de un televisor. Volver a rezar el Rosario en familia significa introducir en la vida cotidiana otras imágenes muy distintas, las del misterio que salva : la imagen del Redentor, la imagen de su Madre santísima. La familia que reza unida el Rosario reproduce un poco el clima de la casa de Nazaret : Jesús está en el centro, se comparten con él alegrías y dolores, se ponen en sus manos las necesidades y proyectos, se obtienen de Él la esperanza y la fuerza para el camino » (Carta apostólica Rosarium Virginis Mariæ, 16 de octubre de 2002, n. 1).
Fijarse
La mayor preocupación de Eurosia es la conversión de los pecadores, por lo que reza y manda rezar por ellos. « El “fijarse” en el hermano —afirmaba el Papa Benedicto XVI— comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido : la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último… Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18, 15)… Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación ; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano… Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22, 61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros. Este ser “guardianes” de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así.
Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación… nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal ; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad : la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican en su seno » (3 de noviembre de 2011).
Nuestro destino
Eurosia se comporta con valentía en el transcurso de la última enfermedad de su marido, en la primavera de 1930. Atenta a todo tipo de cuidados, también sabe deslizarle, cuando se presenta la ocasión, algunas frases esperanzadoras : « Todos vamos a morir… El paraíso es nuestro destino final… Allá arriba nos encontraremos todos para no separarnos jamás ». A la muerte de Carlos, Eurosia tiene 64 años ; su matrimonio ha durado 45 años.
Para perseverar en el compromiso adquirido en el matrimonio, los esposos necesitan la gracia de Cristo. « El amor de Jesús, que ha bendecido y consagrado la unión de los esposos —decía el Papa Francisco—, es capaz de mantener su amor y de renovarlo cuando humanamente se pierde, se hiere, se agota. El amor de Cristo puede devolver a los esposos la alegría de caminar juntos ; porque eso es el matrimonio : un camino en común de un hombre y una mujer, en el que el hombre tiene la misión de ayudar a su mujer a ser mejor mujer, y la mujer tiene la misión de ayudar a su marido a ser mejor hombre… No es un camino llano, sin problemas, no, no sería humano. Es un viaje comprometido, a veces difícil, a veces complicado, pero así es la vida… Es normal que los esposos discutan. Es normal. Siempre se ha hecho. Pero os doy un consejo : que vuestras jornadas jamás terminen sin hacer las paces. Jamás. Basta un pequeño gesto. Y de este modo se sigue caminando. El matrimonio es símbolo de la vida, de la vida real, no es una “novela”. Es sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia, un amor que encuentra en la Cruz su prueba y su garantía » (Homilía del 14 de septiembre de 2014).
Desde la muerte de su esposo, la vida de oración de Eurosia se hace más intensa. Un día confía a uno de sus hijos sacerdotes que el Señor le ha revelado la hora de su muerte, que ocurrirá al cabo de dieciocho meses. Ella se prepara mediante una caridad cada vez mayor : « No deseo otra cosa que crecer sin cesar en el amor de Dios. El resto carece de importancia para mí ». Durante el otoño de 1931, unos dolores reumáticos le invaden las articulaciones de los pies y de las manos. El mal se extiende a las rodillas y a los hombros, obligándola a permanecer en la cama, pero ella no se queja. El 1 de enero de 1932, se ve aquejada de una neumonía, de tal modo que su respiración, acompañada de ataques de tos, se hace cada vez más difícil. Conserva la lucidez hasta el final y ofrece su vida al Señor por amor. Muere el 8 de enero de 1932. Su cuerpo es depositado en una sencilla tumba del cementerio de Marola, pero pronto acuden numerosas personas para adornarla con ramos de flores, como señal de agradecimiento por los numerosos favores recibidos mediante su intercesión. Su memoria litúrgica queda fijada para el 9 de enero.
Que el ejemplo dado por la beata Eurosia nos estimule en la defensa de la familia, a la que los Papas de nuestro tiempo animan a todos los cristianos.
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