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29 de agosto de 2007 Martirio de San Juan Bautista |
Simeón Lourdel nace el 20 de diciembre de 1853 en Dury, en el departamento francés de Pas-de-Calais. Su padre es agricultor, y su madre, afectuosa y enérgica, posee una gran fe; tendrán cinco hijos. Vigoroso y exuberante, Simeón se siente poco atraído por los estudios que sigue en el seminario menor. Rebelde a la disciplina, frecuenta de buena gana a los alumnos más revoltosos y prefiere los trabajos del campo a los deberes del verano. Sin embargo, lee con ardor los relatos de las lejanas misiones. El ejemplo de los misioneros le atrae, pero su vocación es considerada dudosa por parte de los responsables del seminario menor. Al empezar el curso de 1870, Simeón, que se ha empeñado en ayudar a su padre en la recolección, se incorpora a las clases con dos meses de retraso, por lo que es expulsado sin contemplaciones. De regreso a casa, el muchacho exclama llorando: «Quiero ser sacerdote« Aunque me digan que no tengo vocación, yo demostraré que sí». Tras emprender en serio sus estudios, consigue ingresar en el seminario mayor de Arras en octubre de 1872. Durante sus estudios de filosofía, proyecta incorporarse a la jovencísima Sociedad de los Misioneros de África, que acaba de fundar el arzobispo de Argel, Monseñor Lavigerie. A principios de febrero de 1874, es admitido en el noviciado de dicha Sociedad, en Maison-Carrée, cerca de Argel.
No se trata de una excursión
Unas verdes colinas, frescos valles y una frondosa vegetación hacen de Uganda un país espléndido. Sus habitantes, los «baganda», viven en chozas de ramajes. Hay una artesanía variada: se trabaja el hierro, se realiza alfarería, se confeccionan tejidos, cestas, esteras y se fabrican instrumentos musicales. El país es gobernado por un rey cuya autoridad es absoluta, y al que acompañan un sinnúmero de pajes reclutados entre los hijos de sus oficiales. La poligamia, la esclavitud y los vicios son frecuentes. No obstante, la dignidad de su población se manifiesta por su manera de vestir y su urbanidad. Respetuosos con la autoridad y valientes, los baganda son súbditos fieles y guerreros intrépidos. El dios de los baganda, Katonda, es venerado junto a otros dioses que los brujos pretenden representar. Para los baganda, el hombre no perece por completo tras la muerte, sino que un espíritu se libera del cuerpo. A partir de 1852, el islam se ha introducido a través de las caravanas de mercaderes, quebrantando en la mentalidad de las elites la religión pagana. Tras la llegada en 1875 del explorador inglés Stanley, le siguen, dos años más tarde, misioneros anglicanos tan valientes como generosos. Uno de ellos, Mackay, se instala en 1879 en Rubaga, la capital. La religión tradicional mantiene un papel importante en la sociedad, pero el factor esencial de la cohesión es el rey, el Kabaka. Los mejores de entre los súbditos del rey no están seguros de que los sacrificios humanos, las ejecuciones sin motivo o la poligamia sean justos, lo que les abre al cristianismo.
En el momento de la llegada de los padres blancos, el monarca de los baganda se llama Mutesa. Es elegante, orgulloso y poderoso, además de autoritario y receloso. Su inteligencia y astucia le hacen comprender enseguida que la llegada de los europeos (ingleses, belgas, franceses y alemanes) derivará en competición. De ese modo, podrá aprovecharse de sus rivalidades y negociar con el que más ofrezca. En febrero de 1879, la llegada, en calidad de exploradores, del padre Lourdel y del hermano que le acompaña, sobresalta a la corte de Mutesa. Sin embargo, el rey acaba dándoles una buena acogida, instalándolos cerca de la capital y sometiéndolos a una estrecha vigilancia. Al oír que el hermano que acompaña al padre Lourdel le llama «Mon père», los baganda imaginan que es su nombre, dándole la forma de «Mapera», que lo designará en adelante en la región. Además de la preocupación por evangelizar, los padres añaden la del desarrollo material. Muchos baganda se dirigen a ellos por diversas razones, pero, en un primer momento, ninguno presenta esperanza seria de conversión. En contrapartida, el primer ministro observa con desagrado la influencia que los padres están ejerciendo, ya que estos se dedican a recomprar a los árabes traficantes de esclavos el mayor número posible de niños, a los que acogen en un orfanato y a quienes enseñan la verdadera religión.
Las exigencias del Evangelio
En 1881, los árabes esclavistas, cuyo tráfico se ve dificultado por la presencia de los misioneros, persuaden a Mutesa para que declare el islam como religión del Estado; sin embargo, el padre Lourdel consigue hacer fracasar el proyecto. Son numerosos los baganda que han optado por el catolicismo después de haber abrazado el islam o el protestantismo, y con frecuencia el segundo antes que el primero. Después de haber observado a los padres y de haber escuchado su doctrina, se han ido decidiendo libremente. Son excelentes catequistas, y la propagación del cristianismo sería mucho más rápida si los jefes no impidieran a sus siervos aprender la religión, y si los misioneros pudieran desplazarse con libertad por el país. Hay otros baganda que acuden a los padres con motivaciones a veces ambiguas, pero, con la ayuda de la gracia, sus convicciones se van asentando. Según las directrices de Monseñor Lavigerie, los misioneros sólo deben bautizar a aquellos que hayan perseverado al menos durante cuatro años en el catecumenado.
Los esclavistas y los notables, furiosos por la creciente influencia de Mapera, sienten un odio mortal hacia los padres. Por su parte, el padre Lourdel considera que la poligamia de los poderosos, que priva de esposas a los aldeanos pobres, es una causa de la frecuente homosexualidad. El propio rey se deja llevar por ella y por la pedofilia. Mapera enseña a sus catecúmenos que, en este tema, ceder a los caprichos del rey es reprobado por Dios. Si bien es verdad que una actitud firme contra los deseos del rey los expone a su cólera y a la muerte, esos jóvenes cristianos no dudan en rechazar sus pretensiones. Muy pronto constituyen un grupo de jóvenes serios, realmente deseosos de conciliar su conducta diaria con las enseñanzas recibidas, sin dejar de servir al rey con dedicación.
«Mapera era tu amigo«»
A mediados de julio de 1885, los padres regresan, constatando que la Iglesia ha crecido, hasta el punto de que el número de cristianos se ha más que duplicado. El padre Lourdel escribe: «Mwanga está predispuesto a nuestro favor, así que creo que nos dejará toda libertad para la instrucción; sin embargo, en lo que a él respecta, le costará practicar la religión« Ha renunciado a todas las supersticiones del país, aunque tiene la desgracia de fumar cáñamo, lo que le dejará atontado durante unos cuantos años. Algunos de nuestros neófitos ejercen gran influencia sobre él y le favorecen con sus consejos». No obstante, Mwanga está sujeto a vaivenes repentinos; al igual que su padre, da muestras de cierta propensión a la homosexualidad. En la Declaración Persona humana, la Iglesia enseña: « Según el orden moral objetivo, las relaciones homosexuales son actos privados de su regla esencial e indispensable. En la Sagrada Escritura están condenados como graves depravaciones e incluso presentados como la triste consecuencia de una repulsa de Dios (Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10). Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen de esta anomalía son del todo responsables, personalmente, de sus manifestaciones; pero atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados y que no pueden recibir aprobación en ningún caso» (Congregación para la Doctrina de la Fe, 29 de diciembre de 1975, 8). Como ferviente cristiano, José Mukasa, cuya ambición es vivir según las enseñanzas de Cristo, intenta desviar al rey de la lujuria, de la droga y de la idolatría. Para conseguirlo, no duda en alejar del palacio a los jóvenes pajes que tiene a su cargo cuando el rey los solicita para relaciones homosexuales: «Cuando el rey os solicite para el mal, negaos a ello» les dice. Dicha actitud irrita a Mwanga, pero José le exhorta con estas palabras: «Majestad, te lo ruego, deja de hacer esas cosas. Dios detesta la impureza«». San Pablo, en efecto, condena la lujuria como vicio especialmente indigno del cristiano y que excluye del reino de los cielos: ¡No os engañéis! Ni los impuros, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los homosexuales« heredarán el Reino de Dios (1 Co 6, 9-10).
Acabar con la plaga del sida
«Hoy también, y más que nunca, deben emplear los fieles los medios que la Iglesia ha recomendado siempre para mantener una vida casta: disciplina de los sentidos y de la mente, prudencia atenta a evitar las ocasiones de caídas, guarda del pudor, moderación en las diversiones, ocupación sana, recurso frecuente a la oración y a los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Los jóvenes, sobre todo, deben empeñarse en fomentar su devoción a la Inmaculada Madre de Dios» (Declaración Persona humana, 12).
«Elogio» de los cristianos
La ejecución principal tiene lugar el 3 de junio, festividad de la Ascensión. Los cristianos están llenos de gozo: «¡Se diría que van de boda!» exclaman los verdugos, estupefactos. Cada cristiano es envuelto en un enrejado de caña y depositado sobre la hoguera, que los verdugos encienden. Espontáneamente, los mártires rezan el Padrenuestro. Los verdugos escuchan, desconcertados. Cuando los mártires llegan a la frase Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden, el espanto se apodera de los verdugos, que gritan con todas sus fuerzas: «¡No somos nosotros los que os matamos, son nuestros dioses que os matan porque los tratáis de demonios!». A Carlos Lwanga se le reserva una suerte especial. Tras haber asistido al martirio de los demás cristianos, es conducido a una hoguera levantada para él. Mientras el fuego devora su cuerpo, el verdugo le grita: «¡Venga, que Dios te saque del fuego!». Él responde: «Lo que llamas fuego no es más que agua fresca. Tú, ten cuidado, no sea que el Dios al que insultas te sumerja algún día en el verdadero fuego que no se apaga». En el momento de morir, exclama con potente voz: «¡Oh, Dios mío!». El 22 de junio de 1934, Carlos Lwanga fue declarado por Pío XI «patrono de la juventud africana». Un centenar de cristianos recibieron la gracia del martirio entre 1885 y 1887. En 1964, el Papa Pablo VI canonizó a veintidós católicos, sobre los cuales existe una rigurosa documentación.
¿Por qué esa furia?
Profundamente afectado por aquellos acontecimientos, el padre Lourdel abre su corazón a su hermano, ahora cartujo, sobre su vida de oración y sus tribulaciones espirituales: «A veces me pregunto si mi fe no desfallece« Es sobre todo en las misiones cuando uno se da cuenta de que la fe es realmente un don de Dios, tanto para el cálculo personal como para las almas de los convertidos« Tengo la desgracia de no ser hombre de oración. Pide para mí esa gracia de saber meditar».
Entre septiembre de 1888 y febrero de 1890, el rey Mwanga es destronado dos veces, pero cada vez consigue recuperar el poder; también los padres son exiliados dos veces. Con motivo de su segundo regreso, asisten a una verdadera oleada de aspirantes para el catecumenado. Los misioneros se ven obligados a poner a prueba la sinceridad de los candidatos, pues estar de parte de los cristianos se ha convertido en algo bien visto. A principios del mes de mayo de 1890, el padre Lourdel cae gravemente enfermo. Un régimen alimenticio deficiente, fiebres persistentes y todos los contratiempos sufridos en su apostolado han arruinado su robusta constitución. El 11 de mayo, pide perdón a Dios por no haberlo servido mejor, a pesar de que toda su vida de misionero haya sido un entramado de contradicciones, de fatigas, de peligros, de sufrimientos de toda clase soportados para dar a conocer y hacer amar a Cristo. Al día siguiente, entrega su último suspiro.
La misión de Uganda cuenta en aquel momento con cerca de 2.200 bautizados y aproximadamente 10.000 fervientes catecúmenos. Enseguida surgirán los seminarios, los noviciados y las escuelas de catequistas que el padre Lourdel anhelaba. En 1911, los católicos representan el 30% de la población, y los anglicanos el 21%. El cristianismo se ha convertido en la principal religión, y sus costumbres y prácticas en las costumbres de los baganda. En lo que respecta al rey Mwanga, exiliado en las islas Seychelles, termina oscuramente su vida en 1903, después de ser bautizado finalmente por los anglicanos.
«En esta celebración anual se nos invita a orar asiduamente por las misiones y a colaborar con todos los medios en las actividades que la Iglesia realiza en todo el mundo para construir el reino de Dios, «reino eterno y universal: reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de paz» (Prefacio de la fiesta de Cristo, Rey del universo). Se nos llama ante todo a testimoniar con la vida nuestra adhesión total a Cristo y a su Evangelio. Sí, nunca hay que avergonzarse del Evangelio y nunca hay que tener miedo de proclamarse cristianos, silenciando la propia fe» (Juan Pablo II, Mensaje del 19 de mayo de 2002, para la Jornada mundial de las misiones). Pidamos al padre Lourdel que nos conceda la gracia de dar testimonio gozoso de nuestra fe.