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2 de octubre de 2007 Santos Ángeles Custodios |
Nobleza obliga
Clemens August realiza buena parte de sus estudios con los jesuitas, en Feldkirch. En octubre de 1897, en el transcurso de un retiro en la abadía de María Laach, siente la llamada de Dios para el sacerdocio. Después de estudiar teología en Innsbruck, es ordenado sacerdote el 28 de mayo de 1904 por el obispo de Münster. En 1906, es enviado a Berlín, una diócesis que necesita sacerdotes, donde ejercerá diversos ministerios parroquiales. Durante la crisis económica de 1923, que arruina a millones de familias alemanas, el padre von Galen se desvive al servicio de sus parroquianos en dificultades, fundando en su favor una asociación de ayuda mutua. Auxilia con frecuencia a los más necesitados a costa de sus ingresos personales: «Sería realmente inútil decía que aún me quedaran bienes después de mi muerte». Pero, sobre todas las cosas, su principal objetivo es procurar por la salvación de las almas. Esa idea de la vida eterna, que habitará en él constantemente, será el apoyo inquebrantable en los combates que deberá afrontar.
A principios de 1929, Clemens August es llamado a Münster para dirigir la parroquia de San Lamberto. Al constatar cierta tibieza en la sociedad, publica en 1932 un folleto: «La peste del laicismo y sus manifestaciones», donde exhorta con vigor a los laicos para que luchen contra la secularización y la descristianización de la sociedad. Alemania conoce una crisis muy grave. El 30 de enero de 1933, Adolf Hitler es nombrado canciller. Clemens August no tiene ninguna confianza en el jefe del NSDAP (partido nacional-socialista), cuya doctrina y métodos violentos han sido condenados por los obispos alemanes. No obstante, Hitler, que necesita a los cristianos, les toma la delantera. El 20 de julio de 1933, se firma un concordato entre la Santa Sede y Alemania. El papa Pío XI no se hace ilusiones acerca de la sinceridad de Hitler, pero, al firmar ese concordato, quiere intentar conservar un espacio de libertad a la Iglesia Católica. Von Galen aprueba plenamente esa estrategia; sin embargo, el 3 de abril, durante la Misa de toma de posesión del consejo municipal de Münster, ante una asistencia que cuenta con numerosos dignatarios nazis, recuerda los dos fundamentos del orden social cristiano: la justicia y la fraternidad.
La diócesis de Münster se encuentra vacante desde enero de 1933. El 18 de julio, el capítulo cardenalicio elige por unanimidad al padre von Galen, después de que otros dos sacerdotes hayan rehusado, uno de ellos por razones de salud y el otro por temor a las dificultades. En su primer mensaje pastoral, el nuevo obispo comenta su divisa Nec laudibus, nec timore a sus diocesanos, que son un millón ochocientos mil: «Ni la alabanza, ni el temor de los hombres me impedirán transmitir la Verdad revelada, distinguir entre la justicia y la injusticia, entre las buenas acciones y las malas, así como opinar y advertir cada vez que resulte necesario».
Monseñor von Galen es de gran estatura, sencillo y cálido en la vida privada, pero lleno de majestad cuando celebra pontificalmente. Le gustan las procesiones, ya que en ellas la Iglesia, mediante sus fastos religiosos, puede plantar cara a la mística neopagana de las manifestaciones nazis. Desde 1934, el obispo condena una obra de Alfred Rosenberg: El mito del siglo xx. El ideólogo oficial del NSDAP exalta la sangre alemana, fuente de una humanidad superior que se construirá mediante la fuerza vital. En su carta pastoral de Cuaresma de 1934, el obispo de Münster califica esa doctrina de «engañifa del diablo» y recuerda que solamente la Sangre preciosa derramada por Jesucristo en el Calvario posee el poder de salvarnos, porque es la Sangre de Dios hecho hombre. Esta toma de posición provoca entusiasmo entre el pueblo católico de Westfalia. El obispo reincide en ello un año más tarde proclamando: «No podemos renunciar a confesar que existe algo más elevado que la raza, el pueblo y la nación: el todopoderoso y eterno Creador y Señor de los pueblos y de las naciones, al que todos los pueblos deben adhesión, adoración y servicio, y que es el fin último de todas las cosas».
Las raíces del cristianismo
El régimen hitleriano quiere asegurarse el monopolio de la educación de la juventud suprimiendo la clase de religión, hasta ese momento obligatoria en todas las escuelas. El obispo de Münster se opone victoriosamente a esa supresión basándose en el artículo 21 del Concordato de 1933. En noviembre de 1936, el delegado de educación de Oldenburg (al norte de la diócesis de Münster) ordena quitar todas las cruces y las insignias religiosas de las escuelas y de los edificios públicos. Dicha medida suscita, por iniciativa de Mons. von Galen, una verdadera «cruzada» de alocuciones, de oraciones y de peticiones a favor del mantenimiento de las cruces. El «Gauleiter» o prefecto de Oldenburg se ve obligado finalmente a retirar esa medida, con objeto de evitar mayores disturbios.
Entre 1933 y 1937, la Santa Sede ha protestado cuarenta y cuatro veces contra las violaciones del Concordato. Ante la inutilidad de esas gestiones, el cardenal-secretario de estado Pacelli (futuro Papa Pío XII), llama a consultas a Roma a cinco obispos alemanes, entre los cuales se halla Mons. von Galen. A continuación, el 14 de marzo de 1937, el Papa publica una encíclica redactada en alemán y titulada Mit brennender Sorge («Con encendida inquietud»). Pío XI condena en ella la divinización del pueblo y de la raza. La encíclica es publicada enseguida por el obispo de Münster en su diario diocesano; en medio del mayor de los secretos, manda imprimir 120.000 ejemplares, es decir, el 40% de los que la Iglesia conseguirá difundir en Alemania. El domingo 21 de marzo, todos los párrocos, por orden del obispo, leen desde el púlpito ese texto en la Misa mayor. La Gestapo (policía política) se vengará con toda rapidez aplicando medidas represivas. Sin embargo, la encíclica ha conseguido un eco favorable en los medios protestantes; Monseñor von Galen concibe entonces el proyecto de formar un frente común de todos los cristianos alemanes contra el neo-paganismo, con lo que éste será combatido en un terreno más amplio: la defensa de los derechos naturales de la persona humana (derecho a la vida, a la integridad, a la libertad religiosa; derecho de actuar según su conciencia; derecho de los padres sobre la educación de sus hijos).
Contra la escuela pagana
A partir de la segunda mitad del año 1940, las medidas persecutorias contra la Iglesia se suceden: se retrasa la apertura de las iglesias hasta después de las 10 de la mañana a causa del «peligro de ataques aéreos», se arresta y se deporta a numerosos sacerdotes y se ocupan monasterios tras expulsar a sus ocupantes. Monseñor von Galen siente el deber imperioso de elevar su voz y, tras un tiempo de combate interior, el 13 de julio de 1941 pronuncia en su catedral la primera de las tres grandes homilías que darán la vuelta al mundo. Después de reprobar la expulsión de los religiosos, protesta contra el régimen de arbitrariedad y de terror que reina, y pide justicia. El domingo siguiente, exhorta a su pueblo a sobrellevar la persecución: «Semejantes a un yunque que no pierde su resistencia a pesar de la violencia de los golpes de martillo, los prisioneros, los marginados y los desterrados inocentes reciben de Dios la gracia de conservar su firmeza cristiana, mientras el martillo de la persecución los alcanza amargamente y los golpea produciéndoles heridas injustificables».
La defensa de los «improductivos»
Pero, por desgracia, la eutanasia no desapareció con el nazismo, ya que, en nuestros días, es practicada en numerosos países. Se está reclamando su legalización alegando el «derecho a morir dignamente». El Papa Juan Pablo II emitió sobre la eutanasia el siguiente juicio: «Estamos aquí ante uno de los síntomas más alarmantes de la «cultura de la muerte», que avanza sobre todo en las sociedades del bienestar, caracterizadas por una mentalidad eficientista que presenta el creciente número de personas ancianas y debilitadas como algo demasiado gravoso e insoportable. Muy a menudo, éstas se ven aisladas por la familia y la sociedad, organizadas casi exclusivamente sobre la base de criterios de eficiencia productiva, según los cuales una vida irremediablemente inhábil no tiene ya valor alguno« Confirmo que la eutanasia es una grave violación de la Ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y moralmente inaceptable de una persona humana. Esta doctrina se fundamenta en la ley natural y en la Palabra de Dios escrita» (Encíclica Evangelium vitae del 25 de marzo de 1995, 65).
Eutanasia fetal
La homilía de Monseñor von Galen contra la eutanasia es publicada clandestinamente y difundida ampliamente, tanto en Alemania como en el extranjero. A su autor le cuesta una amonestación por parte de Goering, que le acusa de «sabotear la capacidad de resistencia del pueblo alemán precisamente en medio de la guerra, mediante sus diatribas y panfletos». Hitler considera la posibilidad de mandar arrestar a ese obispo que osa oponerle resistencia, pero Goebbels le aconseja que espere la victoria militar definitiva, con objeto de evitar que se provoquen disturbios en Westfalia. No obstante, cerca de cuarenta sacerdotes de la diócesis de Münster son arrestados, diez de los cuales morirán en la deportación. En 1944, es deportado al campo de concentración de Oranienburg el propio hermano del obispo, Franz.
A partir de 1942, la guerra evoluciona en perjuicio de Alemania, y los bombardeos aliados sobre el país se hacen cada vez más frecuentes. El obispo se esfuerza entonces en ayudar a mitigar los horrores de la guerra en la población civil. Advierte a sus diocesanos de que no cedan a la sed de venganza, que es excitada por la propaganda oficial; el 4 de julio de 1943, en el transcurso de una peregrinación mariana a Telgte, declara: «Tengo el sagrado deber de proclamar el mandato de Cristo de renunciar al odio y a la venganza« ¿Acaso sirve de consuelo a una madre alemana que ha perdido a un hijo en un bombardeo que se le diga: «Pues bien, muy pronto mataremos al hijo de una madre inglesa»? No, el anuncio de semejante venganza no puede servir de consuelo, porque semejante actitud no sería ni cristiana ni alemana».
«¡Aguza el oído!»
El 23 de diciembre de 1945, Pío XII hace público el acceso al cardenalato de treinta y dos prelados, entre los cuales se encuentra Clemens August von Galen. El Papa pretende con ello rendir homenaje a la voz más valerosa del episcopado alemán durante el nazismo; al promover a tres alemanes, el Santo Padre pretende dejar de manifiesto y así lo expresa públicamente que el pueblo alemán no puede ser acusado en su conjunto de ser responsable de las atrocidades de la segunda guerra mundial. Después de un viaje penoso de siete días en tren, el obispo de Münster recibe el capelo cardenalicio el 21 de febrero de 1946, en Roma, en el transcurso de una grandiosa ceremonia. El cardenal Spellman, de Nueva York, proporcionará a los tres cardenales alemanes un avión militar norteamericano para reconducirlos a su país.
El 16 de marzo, el cardenal von Galen hace su entrada en Münster en ruinas, en medio de una muchedumbre entusiasta de 50.000 personas que ve en él motivos para esperar un futuro mejor. Tras expresar su pena por no haber sido considerado digno del martirio, añade que, si no fue arrestado por la Gestapo, lo debe al amor y a la fidelidad de sus diocesanos: «Estabais detrás de mí, y los que ostentaban el poder sabían que el pueblo y el obispo de la diócesis de Münster estaban fundidos por una inseparable unidad, y que, si golpeaban al obispo, sería el pueblo entero el que se consideraría golpeado. Eso es lo que me confortó interiormente y lo que me dio seguridad». Es el último acto público del «león de Münster». A partir del día siguiente, es víctima de una perforación intestinal, a consecuencia de la cual fallece el 22 de marzo de 1946.
El 9 de octubre de 2005, a la salida de la ceremonia de beatificación, el Papa Benedicto XVI declaró: «En esto reside el mensaje siempre actual del beato von Galen, en que la fe no queda reducida a un sentimiento privado, que quizás incluso habría que esconder cuando molesta, sino que implica igualmente la coherencia y el testimonio en el dominio público, en favor del hombre, de la justicia y de la verdad».
Pidamos a Dios, para nosotros y para todos los pastores de la Iglesia, por intercesión del beato Clemens August, el valor de no dejarnos influir, en el testimonio de nuestra vida cristiana, «ni por los halagos ni por el temor» de los hombres. De ese modo, podremos trabajar eficazmente por la gloria de Dios y la salvación de las almas.